En su libro La ciudad de los prodigios Eduardo Mendoza nos cuenta la historia de un personaje que desde el pueblo llega a Barcelona y allí se relaciona primero con los anarquistas y después con los millonarios y él mismo pasa a ser la persona que lo dirige todo en la ciudad. Tanto que se acaba pirando. Es un resumen muy patillero. También tiene otro libro, La Verdad del caso Savolta, del que me acuerdo menos, pero que también puede ser útil.
Hoy la ciudad ha ardido. Han ardido algunas calles. Quién ha hecho arder todo eso. Infiltrados o gente a la que se le ha ido la pinza. No lo sabremos. Oigo las manifestaciones de la gente que habla por Rac1 y Catalunya Radio y noto estupor, algo se ha ido de las manos. Así no. La presidenta de la ANC no sabe qué contestar. En twitter algunos jalean la Rosa de Foc, otros se asustan ante lo que está pasando. Se piden responsabilidades.
El gobierno español lanza un comunicado donde enseña la patita. Esto que está pasando no nos gusta, pero todavía no vamos a hacer nada. Pareciera que están esperando a que pase algo mayor.
Lo pondré por aquí en medio para no romper con mi aura de persona odiadora de lo catalán y cruel con la sentencia: los presos y presas tienen que estar en la calle. La sentencia es injusta. Lo que se juzga nos va a cardar a todos.
Dicho esto, prosigamos.
¿Dónde estamos? ¿Dónde estábamos ayer y cómo ha ido avanzando la cosa hoy? La cosa la cuentan otros mejor que yo y yo solo hago que reproducir mal lo que leo en otros sitios. Todo irá bien, leía en algunas fuentes, mientras la calle no desborde a los organizadores desde arriba. Hoy ya ha pasado. Ayer con el aeropuerto se abrió una puerta. Ir a un sitio, dañar una estructura, recibir palos. Hoy se da otro paso.
No sé a quién le interesa más todo esto. A los partidos que quieren mano dura, palos, cientoscincuentaycinco y demás; a los partidos que no quieren ya a más gente en la calle, que han alentado las movilizaciones y que ahora están pensando en que todo esto se tiene que cortar. Gente en la calle haciendo cosas.
Cosas de quemar cosas. Que tampoco es para tanto. Aunque no ayuda nada a nada.
En las novelas de Eduardo Mendoza nos encontramos con agentes dobles, con policías infiltrados, con anarquistas exaltados que no lo son, con los poderes de la ciudad pagando disturbios, pagando represiones, pagando en definitiva todo.
Yo ya no sé cómo explicarme.
Todo esto lo único que hace es acelerar la contrarrevolución que se inició ya hace años. Da igual si las hogueras han sido muchas o pocas. Que no habrá sido para tanto, seguro. Pero sirve. Sirve para ir acumulando motivos para apretarnos más las tuercas.
Alguien pretenderá hacerme pasar por un cacas, por un reaccionario, por alguien genéticamente fascista. Soy descendiente de andaluces del norte, casi castellano. Algo de eso debe haber.
No quiero vivir en un país reaccionario. En un país en el que de la esperanza del cambio vamos a pasar a una mierda basada en banderas y naciones y nosotros y ellos.
He escuchado a Carmen Calvo esta mañana. Me resulta aterrador pensar que no hay más mensaje que el de Carmen Calvo. Nada. Orden. Nada. Orden. Nosotros. Firmeza. Más votos.
Y vamos a eso. Cada día un poco más cerca de un Estado de orden. Negro, oscuro, gris, tranquilo, esto se tiene que acabar. Pero no se puede decir.
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