En esta nueva tanda de viajes a Can Ruti, nos hemos vuelto a topar de nuevo con el género humano. Con las personas. Con las personas al volante. Y no nos estamos refiriendo a la nueva adquisición para el mundo de los conductores, mi hermano, que tras años y años de dudas se ha decidido a sacarse el carnet y lo ha hecho a la primera el muy... no. Nos referimos a las personas humanas al volante y la pretensión de sacar ventaja, de ser más listo, de no detenerse ante nada, de prescindir de las normas para erigirse en poseedores de la potestad... poseedores de la potestad, es el momento de cambiar de párrafo.
Si no toman la salida de Montigalá y siguen hacia delante por ese carril que ahora no sé si llamarlo de salida o de entrada a la autopista o autovía o b-20 en dirección hacia allí, Mataró, supongo, y toman la siguiente, la primera de las salidas que te puede llevar hacia Can Ruti, verán que en primer lugar hay que bajar una pequeña cuesta que te lleva a un semáforo. Justo en frente, la vía continúa con una cuesta de dos carriles que se han convertido, por mor de unas obras, en un carril únicamente.
Así las cosas, quienes salíamos antes por ahí y nos situábamos en el carril de la izquierda con la idea de seguir por ese carril para, una vez subida la cuesta, girar a la izquierda en dirección a la carretera de Can Canyet, vimos, el primer día que nos percatamos de este hecho, que ese carril está cortado y que, cielos, nos tenemos que meter en el carril de la derecha.
Esto te pasa el primer día.
El resto de días, al salir, ya entras directamente por el carril de la derecha y te comes una pequeña cola cuando hay tráfico que suele ser muy a menudo. Y suele haber más tráfico porque muchos siguen metiéndose por el carril de la izquierda hasta que, al final, quieren incorporarse al carril de la derecha, ahorrándose la cola.
Porque a mí no me engañan. De la misma manera que yo me di cuenta al primer viaje, todos sabemos que hay que coger ese carril aunque te tengas que comer una cierta cola. Pero siempre, mientras estás parado tragándote una buena cola, ves esos coches que pasan embalados a tu lado y que, al llegar al final, ponen el intermitente. Y no pasan despacio, dubitativos, pasan con la seguridad que les da el saber que son ellos, los listos, los que saben, los que tienen el derecho a tener un carril libre y no hacer caravana como los gilipollas, quienes pueden y deben hacerlo.
Y los veo pasar a mi lado, con esos coches altos, blancos, suvs, y me gusta hacer apuestas sobre quién va a hacer la pirula al final y quién no. Ese que pasa como si fuese ministro de algo, ese va a hacer la pirula. Y es que la hace. Ese humilde que va despacio y temoroso de dios, ese se para en el semáforo para girar a la izquierda. Así somos. Hay un conjunto de personas que por un sentido de la vida que muchos llamarán conservador, o legalista o tonto del culo, nos comemos las colas, nos da vergüenza hacer eso, eso mismo, hacernos los locos y ponernos ahí delante. Déjame pasar. Es que voy.
Así un día y otro día.
El género humano. Demostrando cada vez ser más listo, más fuerte, más poderoso. Que yo. Que todos nosotros.
Estamos muertos.
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