Cuando volvía del trabajo, cuando iba también, a Erdan Katchourian le gustaba leer. Su afición a la lectura se cimentaba en largos viajes en metro y ferrocarril que debía hacer por motivos de trabajo. Un día, volviendo de Coney Island y mientras leí un volumen de cuentos de Roxana Ustripalova, tuvo que bajarse del vagón. Estaba leyendo un cuento ambientado en Armenia, durante los años posteriores a la Independencia en el que el personaje principal se tenía que encontrar con uno de los líderes de una milicia local que se negaba a entregar las armas al recién constituido ejército nacional. Ese miliciano se llamaba Erdan Katchourian.
Naturalmente Katchourian sabía que su familia era originaria de Armenia y tenía en su cabeza miles de historias que le habían contado sus padres y sus abuelos sobre su tierra de origen, pero él jamás había vuelto a Armenia. Ni conocía a la autora del libro, una rusa que acababa de ser asesinada hacía pocos meses. La noticia le sorprendió en la televisión y le interesó la escritora, comprando un libro suyo. En ese libro, de esa escritora que desconocía, no había referencia que él reconociera a su familia, a nada que le sonase sobre su propia historia. Aquel personaje, casualmente se llamaba como él. Siguió leyendo el relato y éste concluía con el viaje de Erdan Katchourian, un forajido, un héroe para su pueblo pero perseguido por las nuevas autoridades, a Estados Unidos para escapar de Armenia. Concretamente viajaba a Ohio, a una pequeña ciudad en la que vivía un tío suyo y allí se quedaba a trabajar en una empresa de reparto de comida.
Erdan Katchourian volvió a casa. Miró la fecha de publicación y era relativamente reciente, si las fechas fueran reales, cosa que desconocía, el tal Erdan Katchourian debería estar viviendo en Ohio en ese momento. Buscó en internet información sobre Ustripalova y su libro, e incluso se buscó a si mismo. Había un Katchourian que tenía una empresa de construcción en Baltimore.
Al día siguiente, no llevó ningún libro al trabajo. En su cabeza bullía una idea. Tenía que ir a Ohio a buscar a Erdan Katchourian.
Consultó con su familia, nadie conocía a otro Katchourian y mucho menos a Erdan Katchourian, que no fuera él. Le disuadieron de la idea.
Una noche, en casa, viendo otra vez la televisión y mirando Twitter, vio que una periodista rusa, Marina Novotna había publicado un libro sobre Ustripalova. Sobre su asesinato. En el libro se contaban las claves de la muerte de Katchourian y se apuntaba a que posiblemente había sido víctima de alguna banda mafiosa de origen armenio en connivencia con la propia policía rusa. Erdan Katchourian corrió al día siguiente a buscar el libro de la periodista rusa y lo encontró. Devoró sus páginas hasta que encontró lo que buscaba.
Erdan Katchourian era el líder de las bandas armenias que operaban en la periferia de Moscú y era el que había ordenado hacer desaparecer a Roxana Ustripalova.
A Erdan Katchourian se le paró el corazón.
En el libro, Marina Novotna señalaba que Katchourian había protagonizado uno de los relatos de Ustripalova, donde su figura no era precisamente despreciable, Ustripalova lo dibujó como un héroe. Y sin embargo, había ordenado asesinarla. Al Katchourian que vivía en Rusia, se le había perdido la pista.
Erdan Katchourian no salía de su asombro. Una noche, viniendo de trabajar desde Newark, escuchó que alguien le llamaba por su nombre, pero en armenio.
Y ya está.
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