lunes, 17 de febrero de 2020

Aldebarán

Con aquella gracia que tenía el Igor para decirnos las cosas, un día apareció diciendo que había estado en Aldebarán. Ya está el flipado con sus cosas de flipado, pensamos. El Igor siempre estaba con historias raras. Siempre le pasaba a él todo. Lo más bizarro, lo más extraño. Encontraba los locales más infectos. Se liaba con las tías más extrañas. Aparecía con amigos que resultaban como poco exóticos. Le gustaba la música más absurda. Era del Levante. No había nunca por donde cogerlo. Se apareció aquella vez bastante temprano para lo que era habitual en él. Nos saludó y algo parecía tener diferente. Parecía mayor, parecía cansado, pero se le veía feliz.
Nos dijo, chavales, Aldebarán. Así. Sin más. Aldebarán. En un primer momento la reacción fue la de pensar en un bar nuevo, en alguna discoteca de por ahí. Una discoteca, quién iba ya a discotecas. Solo el Igor. No pensamos de ninguna manera en la posibilidad de que Aldebarán fuera realmente Aldebarán. Y comenzamos a hacerle preguntas.
Y no es que ninguno de nosotros sea astrónomo, ni ingeniero aeroespacial, ni haya hecho más viajes de lo común. Pero con el google a mano y con un poco de sorpresa por nuestra parte, el Igor nos contó una historia que poco a poco iba encajando. Había estado en Aldebarán. Resulta que yendo en metro hacia el Raval donde dice que había quedado con una amiga, se metió en un túnel en el trasbordo del Clot y ahí se encontró con un par de chavales que iban en chándal, unos chándales muy raros, como de hace tiempo, de los noventa, de aquellos de táctel. Pegó hebra con ellos porque le pidieron fuego y pensó, mira los chavales como se la suda lo del tabaco. Se creyó joven otra vez y estos le dijeron que si quería una caladita. Dijo que no y que le estaban esperando. Cuando pilló el metro que estaba llegando se subió y se quedó dormido. Cuando despertó estaba de viaje. Por el espacio. Todo iba muy deprisa. Llegó a Aldebarán. Le estaban esperando. Iba en un avión o en un cohete privado. No estaba tripulado. No sabe porqué le eligieron a él. Al bajar había gente esperándole como digo. Unas caras familiares. Preguntó que dónde estaba. En Aldebarán. Les dijo que si era un disco de Pink Floyd. Se rieron de él. Dijeron que no. Esas caras familiares. Preguntó si se habían visto alguna vez antes. Aquella gente dijo que sí. Que ya les había visitado otra vez cuando era pequeño. Con sus padres. El Igor dice que flipaba. Nos describió una estrella que por fuera era brillantísima, pero que por dentro estaba bien. Era como nuestro sol, dijo el Igor, pero diferente, como si él ya hubiera estado en el Sol. Le preguntamos si había estado en el Sol. Nos dijo que no se acordaba, pero que igual sí. Se le notaba algo más moreno de lo habitual, pero es que el Igor siempre había estado blanquísimo. Nos estuvo contando más cosas. Que había una tía que se parecía mucho a su padre y que resultó ser como una prima suya o algo. Que se ve que los de su familia, le contaron, tenían contacto con Aldebarán desde siempre. Pero que él no se había enterado.
Es que el Igor con su familia no está bien.

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