viernes, 7 de febrero de 2020
Karpov
Me miro en el espejo y me veo gordo. Cómo he llegado hasta aquí, cómo puede ser que no pueda salir del sofá si que parezca que estoy movilizando a toda la división de cosacos del Don. Cómo puedo haberme convertido en una morsa. El elefante marino, la foca y el pinguino. Todo a la vez. Movimientos al tuntún. Movimientos sin sentido. Movimientos que no están calculados. Cosas que salen al azar. Al azahar. Los mismos chistes ante un público diferente. Es divertido preguntar si todo esto ya lo he contado antes. Mayor, lacio, gordo. Como una nutria. Como un barril. Como un vagón. Apretándome las camisas y recostado todo el día. Moviendo y jugando sin sentido alguno. Al montón, a voleo. Porque no tengo identificado al rival. Es decir. Estoy jugando y no tengo claro dónde está el rival. Igual es que de tan gordo me he quedado ciego o algo. No veo a quién está delante. Y no sé qué hace. Estoy jugando contra mí mismo, podría pensar, pero es que me canso. Me canso y me dan ganas de quedarme así traspuesto. Traspuestillo. Así, encajadito así un poco en el sofá, así poniendo los pies encima del sofá. Así. Mirando las piezas e imaginando las partidas que he jugado y repasando movimientos y quedándome dormido. Dormir y no parar. Y no despertarme para mirar en el espejo y ver la cara de esa persona hinchada, gorda, blandorra. Qué ha pasado. Cómo he podido criar yo esta barriga infame. Cómo me tengo que ver así, si yo era una persona que hacía gala de pequeñito de lo delgadito que estaba y con los bracitos que yo tenía y esas fotos en las que se me marcaban las costillas. Dónde están. Me quedan pequeñas todas las camisas y solo me quedan bien las que me quedaban grandes. No muevo con sentido, no muevo ya con ningún tipo de interés. Quizás estoy perdiendo el interés en identificar al rival. Se mueve tanto, va tan deprisa, es tan cambiante que me cuesta cuadrar una táctica. Me cuesta saber contra quién hay que ir. Y por eso, como que me da pereza ponerme ahora a pensar quién es el rival. Quién es el enemigo. Voy moviendo piezas a la espera de que caiga el golpe. Y tampoco me va a importar demasiado porque me quedo dormido y se acaba todo. Así, puestecito así. Mueve tú ahora, quien quiera que seas. Y me da igual. Me voy a hacer un vaso de leche o algo que son casi las seis.
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