Un mes ya de confinamiento. Un año desde que comenzó un momento trascendental en nuestras vidas. Un mes que no olvidaremos nunca. Un mes en el que comenzamos a apreciar las cosas que tenemos y las cosas que echamos en falta. Un mes en el que consumimos lo que necesitamos. Un mes de consumir productos de cultura y ocio a troche y moche, porque somos lo que se llama clase trabajadora pero letrada, versada, consciente de su tiempo y de su lugar, que lee, recita, toca el arpa, interpreta lo que dicen las vísceras de una gallina y se conoce todas las marcas de vino entre los 5 y los 9 euros. Somos de esa clase de gente. Gente que discute y tiene posiciones encontradas. Nos encontramos en un punto en el que, un mes después, estamos decidiendo el verdugo.
Un verdugo en el que confiar. Los malos del cuento. Me fijo en gente que no tienen mayor trascendencia pero que me encienden de una manera insana. Decidamos quién es el peor. Yo no tengo muy claro a quién echarle la culpa de las cosas. Quizás me conformo con irritarme con el conseller Buch, que cada día pone el listón más alto.
El listón más alto. Sigamos con las frases hechas.
Estamos hablando al final de política. Todo el rato. No siempre pero todo el rato. Escuchar al conseller Buch hoy con la historia del 1939 y el 1714 nos lleva directamente a movidas como la de Trump o las de Bolsonaro, sin forzar demasiado la máquina. Se trata de decirla muy gorda, muy grande, muy bestia. Y tú piensas que ha dicho algo increíble, algo lamentable, algo que llama a la risa, porque sabemos leer en las vísceras de una gallina. Y en un pequeño rinconcito de tu corazón y de tu intelecto enorme de no ganarte nadie al Trivial, sabes que esa barbaridad que ha dicho, como todas las barbaridades que ha dicho durante estos días, él y la consellera Budó, tienen fans, tienen gente que se las cree, tienen a gente que se las vota, tienen a gente que es capaz de despellejar por el tema.
Un mes confinados. Ya hemos hecho torrijas, pero no nos hemos atrevido con la mona. Lo de la mona es que es otra. El molt honorable president sale en la tele clamando al cielo porque nos echan a las calles a matarnos con el virus estos gobernantes españoles de España y él recomienda que las monas han de seguir entregándose siguiendo un sistema... Ve uno la tv3 con la conciencia de estar viendo la televisión de un país moderno, europeo del norte de europa y no deja de ver noticias sobre cosas de religión, la pascua, las misas, etc. Estoy obcecado, lo sé. Pero al menos eso me mantiene en órbita.
Ayer estiré. Cogía el marco de la puerta y así desde arriba. Y eso es lo que estoy haciendo de ejercicio.
Llevamos ya un mes confinados. Exacto. Los habrá que lo estén pasando regular nada más. Un mes aplaudiendo a las ocho de la tarde la tarea de los sanitarios, pero también y cada vez más la de los y las currantes de las tiendecitas que tienen que soportar a los insoportables que sí o sí han de bajar cada día a ver si compran algo. Y currantes en general.
Aunque como soy votante y activista y diría más de En Comú Podem quizás esté echando a los y las currantes a la muerte.
A la misma muerte.
Es jodido ser de la órbita. Pero más jodido debe ser estar siendo de ERC y estar ahí. Recibiendo y teniendo que dar.
Por lo demás, estamos batiendo records en videollamadas. Acaban de decir que Francia alarga la broma hasta el 11 de mayo.
Todos estamos más o menos. Han sido cuatro días de fiesta, de no hacer lo de la semana normal, y mañana lo vamos a notar.
¿Han elegido su verdugo? ¿Todavía no?
Tienen que hacerlo. Este mes nos va a servir para conocer ya para siempre a nuestro enemigo. Como si no lo tuviéramos suficientemente claro ya de antes.
Un mes ya. Hoy ha vuelto a hacer frío con lo bien que se estaba ayer. No tengo ni hambre.
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