Ya hemos llegado. En la radio y en la vida en redes ya están experimentando lo que es 'tomarse el café en una terraza', por lo cual ya podemos decir que todo es pasado. Las mascarillas en la cara, las camisetas naranja fluerescente, las mallas apretadas y la pasión por las terrazas y las cervezas con amigos. Hemos llegado al primer día de la fase 1 donde prácticamente todo está permitido al estar permitido, al fin, poder sentarnos en una terraza. ¿Qué hemos aprendido de todo esto?
¿Teníamos que aprender algo? ¿Alguien se planteó en serio que esto podría conllevar algún cambio?
Hemos pasado de los aplausos con el corazón que no nos cabía en el pecho hacia el personal sanitario a intentar atropellar a una de ellas en una manifestación contra el Gobierno. Hemos pasado de las pajaradas inútiles del Govern de la Generalitat al verdadero monstruo sin alma pero con cabeza de la extrema derecha. Una extrema derecha que ya va por las casas aporreando gente que tiene la republicana colgada o va a los hospitales a darle curros a los sindicalistas. Estamos ya en eso. Estamos ya en brigadas de corredores que se personan en los cuarteles para hacer guardia. Estamos ya ahí. ¿Ha servido de algo este tiempo? No nos ha servido demasiado. Tampoco son tantos, podremos pensar, pero hacen ruido. Y el ruido siempre queda. Y hay gente que solo escucha el ruido, se queda con lo que el ruido gordo deja, ese poso, queda ahí y no se va. Y no te dirán que están ahí delante del cuartel, pero sí que te dirán que es que este Gobierno...
¿Qué he aprendido? He aprendido cosas. He aprendido que la cerveza, hasta el día de hoy, me repugna como los boquerones en vinagre. He aprendido que la vida confinada no es peor que la vida normal si tienes el sustento asegurado. He aprendido que no me gustaba la vida normal y que, gracias a la paguita, puedo decir que nos sobra más de la mitad de la actividad que llevamos a cabo. Y me gustan muchas de las cosas que hago y que volveré a hacer. Pero no las he echado de menos. No he echado de menos casi nada. Como es un tema sobre el que ya he abundado en los 50 textos anteriores, no me extenderé demasiado.
¿Qué nos queda de todo esto? Nos queda la sensación de haber vivido un tiempo extraño. Un tiempo de bajar a la calle de estrangis a visitar a la mama porque había estado en el hospital y hacerlo con la bolsa de la compra y encontrarte por la calle otros sospechosos con carritos de la compra y mirarnos los unos a los otros con desconfianza. Desconfianza en el supemercado, desconfianza en la calle. Y de repente la gente en la calle. Qué nos queda. Ganas de estar en la calle, pasión por el ejercicio físico, devoción por la harina y la levadura. Nos queda no haber visto a nuestros familiares mientras estaban en el hospital y nos queda que las terrazas podrán abrir con una mesa más una si son impares. Nos queda que la provincia era un invento de la Guardia Civil y que ahora no podremos ir a Barcelona ni de Barcelona no podrán venir aquí porque quién iba a pensar. Nos queda el confinamiento total de Igualada y la bajada de impuestos para todos y todas y el ingreso mínimo vital. Nos queda la Reforma laboral y nos quedan los independentistas luchando contra el recorte de derechos y la recentralización. Nos queda el festival del despropósito consciente de Díaz Ayuso que no nos hará tanta gracia cuando no haya otra alternativa. Nos queda la barbarie de Brasil. Nos queda la gente movilizándose para abastecer de manera solidaria de alimentos a los que se han quedado a cero y nos queda que un futuro de cambio y transformación no debe girar en torno a la buena voluntad de la gente sino a cambios estructurales para que esas situaciones no se produzcan. Nos quedan declaraciones increíbles de la consellera Budó y el conseller Buch. Nos quedan las imágenes de los uniformes en la rueda de prensa. Nos queda que tenemos a Yolanda Díaz. Nos queda el debate sobre si nos deben tratar como adultos o nos deben dejar las cosas claritas. Caritas o el Estado. Nos queda no haber tenido deporte profesional televisado y vimos que no era malo y se podía vivir perfectamente. Nos queda la pereza a volver. Nos queda tener que pensar ya, otra vez, en qué viaje podemos y tenemos que hacer de manera urgente para las vacaciones. Que ya se puede. Nos queda que quizás podríamos replantearnos el uso del espacio público más allá de las necesidades puntuales pero entonces yo mi coche qué hago con él. Y no estarás pensando en que los grandes eventos, a ver, que los grandes eventos dan de comer a muchos amigos tuyos. No seas. Nos queda que todo lo hacemos mal y todo lo hacemos bien. Nos queda que no podemos decir que lo hacéis fatal y nos podéis decir que somos una risa. Nos queda haber perdido dos meses intentando ver todas las series, todas las películas, y nos hemos quedado sin tiempo. Nos queda habernos quedado sin tiempo para casi nada. Nos queda haber visto más rosas en el rosal que nunca. Nos queda ver que los bichos siguen acudiendo al rosal porque sigue siendo goloso. Nos queda que mi madre está bien. Nos queda que hay un alto porcentaje de posibilidades de que no pase nada raro en otoño que lo acabo de escuchar por la radio. Nos queda que no hay elecciones en Catalunya porque no hay nada que decir aquí. Nos queda que se ha retirado Aduriz y ahora a ver quién marca los goles, aunque ya te digo que tampoco es que pensar en fútbol ahora me de mucho gusto. Nos queda ver gente por la calle. Y gente por la calle. Nos queda que ya le he devuelto la carretilla al Gorka. Nos queda que hemos regalado el equipo Philips de música porque no iba el Cd desde hace por lo menos tres mundiales. Y nos queda que sé hacer cosas al horno. Y nos queda que sé hacer fricandó, aunque el otro día casi me salta el fricandó encima. Y nos queda que no bebo cerveza. Y nos queda que se nos ha ido gente, pero que también ha venido gente que ha querido nacer en estos días raros. Y nos queda que no vamos a salir de esta como entramos, vamos a salir diferentes.
No va a ir mejor la cosa. Va a ir de otra manera. Por lo pronto, en la ciudad tendremos que ver si ha cambiado algo o si solo es todo una cuestión de buenas intenciones y ya lo vamos viendo. Y no sé. Poco más.
Contar cómo ha ido la cosa desde casa, viendo la tele, la experiencia de convivir durante dos meses sin tener la expectativa de otra cosa que ir viendo día a día. Vivir la experiencia de que tu madre esté en el hospital y dejarte guiar por los médicos una vez más y aprender a confiar en quien sabe y quien maneja la situación. Aprender a vivir la experiencia con algo de calma. Acordarte del papa que a saber cómo se hubiera tomado esta historia, tanto cuando estaba bien como después. Quedar con los colegas por medios telemáticos. Vino a tope. Jugar al trivial con las compañeras hasta que te haces odioso y ya no se juega más. Más vino. La niña pequeña de delante. Las señoras mayores de delante. Los aplausos y cuando nos dijeron que ya no más aplausos.
Y como siempre. Los míos tienen razón y los tuyos no. Y desconfía del resto. Y así es como funcionamos. Peor es pensar como Santiago Segura. Peor es tener que tomarle cariño a una bandera. Peor es tirar de frases que huelen a alcanfor. Peor es todo. Menos lo mío.
De todo lo que ha pasado queda quizás esto.
Me reafirmo.
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