lunes, 22 de junio de 2020

Solidaridad en tiempos de pandemia


El primer día que me apunté para recoger comida con la Xarxa Solidària Gramenet lo hice por curiosidad. Me interesaba, como periodista, pero también como persona con inquietudes, saber cómo podía funcionar una red de soporte, qué podía hacer, cómo se articulaba y qué solución ofrecía ante los problemas que tantas familias colomenses han padecido y cómo el Ajuntament afrontaba también esta situación más allá de los anuncios y las intenciones.
No soy un ferviente partidario de las redes de solidaridad como elemento que se dedique a paliar la situación de extrema necesidad de la población cuando tenemos unos servicios públicos, administraciones, entidades estatales, autonómicas o municipales, que se nutren de los impuestos de la ciudadanía y cuentan con fondos suficientes como para poder afrontar estas situaciones. Si es que hay voluntad política de hacer las cosas de otra manera diferente a la que se acostumbra y que ya se ha visto que no funciona. Y se sabe. Tampoco, como digo, me gusta apelar a la buena voluntad de la gente, al buen corazón, a la solidaridad, como elemento que 'supla' las deficiencias de un sistema que parece incapaz de cubrir las necesidades de la población más vulnerable. Rehuyo de los solidarios de gran corazón, de los personajes que se erigen en paradigmas de 'lo bueno' y los que pugnan por ser la persona más buena de la ciudad.
Esta Xarxa Solidària Gramenet se organiza los primeros días de confinamiento para hacer frente primero a las necesidades de personas que no podrían hacer sus compras, gente mayor, así como a quienes desde los primeros días, esta situación les dejaba a la intemperie, principalmente gente de la PAHV o del Centre d'Acolliment. En principio la composición de esta Xarxa respondía a perfiles bastante variopintos y con trayectorias en entidades u organizaciones varias un poco de aquí y de allí. Y, sin duda, la predisposición y la buena voluntad han sido claves para que esta Xarxa haya funcionado como un reloj hasta el último momento e incluso haya ido aumentando la capacidad de abastecer
Participar tanto en la recogida de alimentos como, sobre todo, en el reparto, permite conocer, aunque solo sea de manera superficial ya que he dedicado solo unas horas de la mañana del jueves y el viernes, la situación de muchas familias colomenses. Concretamente, alrededor de 150 familias colomenses. La última semana eran 160 familias colomenses.
160 familias colomenses que recibían lo que se ve en la foto (no se ve el arroz, o la harina, o la pasta, una cesta con producto fresco, patatas, cebolla, zanahoria, calabacín, lo que hubiera, y algún producto de limpieza. Como ven, nada que suponga un lujo precisamente. 160 lotes que abastecían a familias de 3, 4, 5 hasta 7 u 8 personas en algunas ocasiones. Personas y familias que no tenían nada y que venían a recoger un lote de comida por poner algo encima de la mesa.
Han habido otras iniciativas más o menos similares en la ciudad que han intentado cubrir esta situación nefasta. Personas que se han visto privadas de su trabajo, personas que ya vivían en situación de precariedad y que ahora no tienen nada. Y qué les podemos ofrecer. Qué es lo que se les puede ofrecer desde las instituciones públicas.
No se anticipen, ya lo digo yo, muchas de estas familias, la mayoría de ellas, son colomenses que no han nacido en Santa Coloma. Muchas de estas familias, tienen graves problemas con el idioma, con cualquier idioma que no sea el nativo y se enfrentan a la dificultad de enfrentarse no sólo a un patán como yo que no tiene las herramientas para hacerse comprender ni para atender a personas en situación de necesidad, sino a la incomprensión de unas instituciones que explican en un idioma incomprensible para ellos (catalán o castellano da igual), algo que es sustancial y que no pueden comprender. Nos enfrentamos a una situación en la que la gente no nos entiende.
Nos enfrentamos a una situación en la que miles de personas no saben cómo acceder a ayudas, subsidios, informaciones útiles, conocer sus derechos, porque no entienden no solo lo que leen sino lo que escuchan aunque sea en vivo. Mucho peor cuando la situación es como ha sido y no se puede hacer presencialmente y solo por teléfono y esos teléfonos no funcionan y cuando te atienden no sabes qué te están diciendo.
El sentido de este texto es el de señalar que este no puede ser el camino. El jueves pasado, esta Xarxa Solidària, como el resto de redes de apoyo, dejó de funcionar toda vez que el Ajuntament se comprometió a hacerse cargo de la atención a estas familias. Esperemos que sea así.
Participar en esta Xarxa, como espero que haya sucedido con la participación en el resto de redes semejantes, debe servir para conocer y reconocer que así no se transforma la sociedad. Así podemos paliar de alguna manera la situación de las familias que necesitan algo de sustento, y no son pocas familias. Pero esto no es suficiente.
Se necesita una respuesta amplia por parte en primer lugar del Equipo de Gobierno municipal que vaya más allá del fomento en primer lugar de estas redes como respuesta, porque Santa Coloma, nos guste o no nos guste, es un ciudad con necesidades especiales. Es una ciudad en la que mucha, pero mucha gente, vive en el alambre. Y si la situación era desesperada antes, hace ya unos meses, para muchos y muchas. Ahora más.
Durante estos meses hemos visto cómo continúan las reticencias por parte el Equipo de Gobierno a la hora de reconocer que se necesita un cambio de modelo en la atención, cómo la regularización de estas personas se hace urgente y necesaria, cómo el empadronamiento tiene que ser algo que se haga sí o sí, en definitiva, que algo tiene que cambiar de manera sustancial a la hora de afrontar la situación de tantos miles de colomenses que están sufriendo.
Se dice que de esto saldremos más fuertes. Al menos, se aspira que no salgamos igual. Y la impresión que da es que, parado el primer golpe, todo continuará con las dinámicas más o menos similares. Los grandes cambios que se necesitan todavía quedan lejos. Y la voluntad de atender a esa demanda de cambios no parece existir.
¿Ha sido una experiencia gratificante? En absoluto. No ha sido una experiencia ni enriquecedora ni gratificante. Ha sido bastante triste. Porque la situación que se vive cuando vas a recoger comida, es triste. Y no mola nada. 
Y deberíamos ser capaces de contar con las herramientas suficientes para dignificar la vida de la gente más allá de la buena voluntad, la solidaridad y las ganas de hacer algo cuando parece que no pasa nada.

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