Y volviendo al tema, nos empezó a contar lo poco que trabajaba. Nos hizo una exposición completa de todas las cosas que hacía durante el día y ninguna de ellas tenía que ver con trabajar. No conseguimos entender cómo, detrás de toda esa actividad relacionada con el cultivo del saber, la filantropía, sociabilizar, alternar aquí y allí y proclamarlo a los cuatro vientos, podía llevar el tren de vida que llevaba. Pogorensky le espetó que era un vividor. Y rápidamente reaccionó con un argumento que se notaba que llevaba preparado o bien que no era la primera vez que debía utilizar.
'Hay mucho trabajo que no se ve. Hay mucho trabajo que no es material. Hay mucho trabajo que la gente no sabe apreciar'.
Tiempo después nos lo encontramos en una excursión que hicimos a la aldea de Vlajenskoi. Estaba sentado en la puerta de un caserón bastante desvencijado y presentaba un aspecto bastante diferente al que siempre le había caracterizado. Adiós al uniforme blanco impoluto. Ahora iba vestido como un campesino y su cara siempre bien afeitada y perfumada se ocultaba ahora tras de una barba descuidada. Llevaba una gorra y fumaba en pipa. Nos reconoció y quiso venir a saludarnos. Tras una pequeña presentación cortés a las personas que no conocía, se apremió a contarnos cómo pasaba las horas contemplando la insignificancia del tiempo, el lento devenir del ocaso, la mentira que es todo, la sencillez de la vida de los humildes, el valor de la soledad, la dignidad de la palabra justa, el olor de lo natural. Esta vez fue la condesa Grupskaia la que le preguntó de qué vivía en aquel lugar. Y repitió:
'Hay mucho trabajo que no se ve. Hay mucho trabajo que no es material. Hay mucho trabajo que la gente no sabe apreciar'.
Lo último que supimos de él lo vimos publicado en la Gaceta. Los campesinos habían terminado con su vida. Uno de ellos, durante el juicio, había declarado que no le habían asesinado (al parecer de una paliza) por vago o por aprovecharse de su trabajo. Hablaron de la manera, del modo, de cómo lo vestía, la forma de decir. De una manera que según los campesinos se les hizo más insoportable que cualquier explotación.
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