lunes, 23 de noviembre de 2020

Bardot


Yo tenía una gata que se llamaba Mimi. La heredé de una compañera de piso. Tuvimos un breve e inesperado romance y acabó yéndose de casa de manera inesperada. Se dejó la gata. No se dejó nada más. Mimi era una gata sencilla. No me gustaban los gatos pero aquella gata me recordaba aquel romance y me hacía compañía. No sé cómo pudo ocurrir pero la gata se quedó preñada. Y tuvo seis gatitos. Y yo no me los quería quedar. Y nadie quería quedarse con ellos. Y pensé en abandonarlos. Así que cogí el coche y cogí una carretera que no había cogido nunca y un camino que no había transitado jamás y saqué una caja con los seis gatitos dentro y los dejé al lado de un árbol en un bosque al que no sabría volver. 

Volviendo a casa sintonicé la radio y en una emisora estaban entrevistando por teléfono a Brigitte Bardot. Al parecer era su cumpleaños y alguien había conseguido contactar con ella. En el momento en el que enganché la entrevista, estaba haciendo un discurso lamentable sobre cómo los africanos estaban destruyendo la cultura francesa. El periodista intentó redirigir la entrevista preguntándole por sus películas favoritas, cuál había sido el director que mejor la había dirigido, algo sobre música... pero la Bardot estaba empeñada en hablar de otras cosas. En un momento dado, el periodista le preguntó por los animales. 

Bardot entonces comenzó un discurso sobre los derechos de los animales. Algo me ocurrió. No escuchaba absolutamente nada de lo que decía la Bardot. Empecé a llorar. Lloraba desconsoladamente, lloraba con mocos, lloraba sin cesar. La entrevista acabó. El periodista despidió a la Bardot con una de las canciones que había hecho con Serge Gainsbourg. La Bardot interrumpió la canción para cargar contra el programa por haber puesto una canción de Serge Gainsbourg, 'ese cerdo que se aprovechó de mi fama'. 

Al llegar a casa, Mimi se había ido. 

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