Los últimos meses no han sido fáciles. Ni para mí ni para nadie. Durante el último año, la vida me ha puesto ante situaciones complicadas, momentos de encrucijada en los que he sentido la necesidad de aferrarme a algo. Son tiempos en los que no creemos en nada. Como sociedad hemos perdido los valores que nos hicieron importantes. Hemos perdido nuestras creencias, nuestras tradiciones y nos hemos dejado llevar por lo efímero, lo contemporáneo o más grave todavía, por la negación de lo que somos. Somos la herencia de muchos siglos de una forma de ser y de una forma de sentir. Y creo que he intentado siempre escapar de eso, agarrándome a ideologías, a modas, a sentimientos, a lo que fuera lo opuesto a lo que soy para encontrarme, cuando lo tengo delante.
Siempre lo he tenido. Siempre ha estado ahí. Jesús no me ha abandonado nunca. Aunque yo haya estado lejos de Él. Durante el último año, quizás de manera imperceptible para algunos, pero seguro que algo habrán notado los que tengo más cerca y que me quieren bien, he experimentado un cambio. Sé que es un tópico manido, pero ciertamente he visto la luz. He seguido la única luz cierta que puede en estos momentos guiarnos hacia mares tranquilos, la única fuerza que puede en estos tiempos empujarnos hacia delante. Yo he encontrado a Jesús.
Pregúntate a ti mismo, que vives al día, que solo estás pendiente de lo material, que trabajas tus relaciones de manera calculadora, que crees que los sentimientos te hacen perder dinero, que estás cabalgando en el mar de lo material porque piensas que tu espíritu, tu alma, no existen, no valen, no computan. No pesan en el juego de la vida. Tu alma está en peligro, en riesgo. Y necesitas respuestas ante las continuas dificultades de la vida. Necesitas respuestas también ante las comodidades, ante las certezas vanas, ante los engaños de un demonio que está dentro de todas las cosas y nos empuja a pensar que estamos por encima.
Yo he encontrado esas respuestas. Yo he encontrado la respuesta. Pregúntate si esa respuesta ante los falsos líderes, ante las falsas ideologías, ante las falsas expectativas creadas por una vida siempre a la carrera, pregúntate si no es Jesús.
Jesús y su ejemplo de sacrificio. Jesús y su ejemplo de fe y de amor infinito. Jesús como uno de nosotros, que también tuvo tentaciones, que también fue empujado por el demonio, pero que se alzó triunfante. Jesús nos salva. Su vida, su obra, su presencia, ha sido durante el último año, todo lo que necesitaba. Jesús hace de mí una persona nueva.
Abandono pues toda mi vida pasada, reniego pues de todo lo que hice y pensé. A partir de ahora me pongo al servicio de Jesús y de su obra. Servidor y siervo.
Y os pregunto también a vosotros ¿Y si es Jesús?
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