Pocos días despues de presentarse el cuadro 'La libertad guiando al pueblo', nos fuimos un grupo de amigos a tomar café a un salón que regentaba uno de los principales poetas de aquella generación. Su nombre, lo he olvidado. En aquel salón estábamos hablando del impacto que nos había causado el hecho de que Delacroix hubiera pintado un cuadro esencialmente revolucionario. Un cuadro que reflejaba el ímpetu de las masas, el poder emancipador de la revolución, las ansias de libertad de todo un pueblo. Y fue entonces cuando Biçanzon alzó la voz para decir lo siguiente.
'Eso es lo que nos parece ahora, quizás en un futuro signifique otra cosa'.
¿Cómo pudo decir eso, pensamos todos? Biçanzon era una persona que ya nos tenía acostumbrados a comentarios un poco oscuros, taciturnos. No había superado cierto desengaño. No había alcanzado aquella prebenda que le hubiera solucionado la vida. Estaba enfadado con todo y con todos. Pero aquella observación sobre el arte de Delacroix, nos descolocó. ¿A qué te refieres amigo Biçanzón?
'Es evidente. En cada tiempo, cada generación ha tenido sus referentes, sus imágenes icónicas, sus ideas, sus asideros mitológicos. Y lo que ahora nos parece abrumadoramente revolucionario, mañana nos parecerá simplemente un reclamo chistoso. Y lo que hoy nos parece una burda procacidad, mañana parecerá iconoclasta y arrastrará a millones al matadero o a la gloria.'
Biçanzon había hablado mucho esa vez. Nos quedamos pensativos. Y no le hicimos mucho caso.
Tiempo después supimos que Biçanzon había muerto. Y como pasa con los muertos, lo recordamos con agrado. Hasta yo pensé que quizás tendría razón en su reflexión aquella. Delacroix me pareció entonces, antiguo. Y así sigo.
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