miércoles, 17 de noviembre de 2021

Baal


No era pronto ni tarde, ni estaba lejos ni estaba cerca. No había llovido ni estaba seco. Parecía de día y era de noche. No era de noche y daba la luz. Estabas triste y sentías algo bueno en tu interior. Todo estaba confuso y es que Baal estaba confuso. Era un tiempo difícil, hace mucho tiempo de eso, no os acordaréis, pero ya entonces Baal creyó haber ido demasiado lejos, omnipotente y magnífico, creador y pensador, pergeñador de todo lo que vemos y conocemos, sintió que la duda le atenazaba. Era una duda en principio estúpida, en principio no tenía la mayor importancia. Sintió que quizás, como omnipotente, podría tener límites que él mismo desconociera. Quizás, pensó, un día me encontraré con algo que será como una pared contra la que no podré enfrentarme. Quizás, yo que soy quien lo hace y quien lo piensa, quien lo sueña y quien lo dispone, un día me encontraré con una imprevista circunstancia que me obligará a pensar. Quizás, pensó, este momento de duda es el mojón en el camino que estoy imaginando. Y Baal, fabuloso, entró en un periodo en el que deambulaba, en el que no se hallaba, en el que sintió que todo a su alrededor era inestable, que él mismo no era el pilar de nada, ni creador, ni pergeñador, ni imaginador, y llegó a pensar que pudiera ser que esa idea de debilidad se debiera a que él mismo no fuera Baal. Y pensó Baal que no era Baal. Y tuvo la certeza Baal, repasando las cosas de su vida, su trayectoria, su nacimiento, su infancia, su juventud, su madurez, su vejez y su muerte, de que él no había sido más que un humano más. Y reflexionó Baal sobre su estado, sobre qué estaba pasando, sobre el vacío, sobre la nada. Sobre Baal. Baal pensó a Baal. Y lo volvió a intentar. 

- Y así es que yo, Baal, me genero y me destruyo y siempre soy.

Magnífico y poderoso Baal, eterno y oscilante Baal. ¡Oh Gran Baal!

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