viernes, 12 de noviembre de 2021
Santo y seña
El santo vagó por los caminos durante mucho tiempo hasta que llegó a una ciudad de tamaño mediano y buscó una iglesia en la que solicitar auxilio. Contó que le habían estado persiguiendo malos pensamientos durante los últimos días y que no había querido descansar hasta que encontrase la ayuda necesaria en el lugar idóneo. El párroco le acogió y le preparó una estancia en la pequeña casa que tenían los religiosos para las visitas. Cuando habían pasado seis semanas desde la llegada del santo, el párroco le informó que posiblemente tuvieran que utilizar las habitaciones ya que esperaban la llegada de un prelado que traería consigo un séquito importante. El santo comprendió lo que le quería decir el párroco y preparó sus cosas para marcharse no sin antes advertirle que esos malos pensamientos podrían volver a aparecer en cualquier momento y que él ahora iba a ser responsable. El párroco le preguntó, curioso, qué cuáles habían sido esos malos pensamientos. El santo dudó. Y respondió. 'Dudo'. El párroco sintió cómo un terrible escalofrío recorrió su cuerpo y un escalofriante tal le sacudió de los pies a la cabeza. La duda era, sin duda, el peor de los males que podían amenazar la fuerza de un santo. Así las cosas el párroco le conminó a que volviera a entrar de nuevo a la casa y que en cualquier rincón podrían hacerle un hueco o en cualquier hueco podrían hacerle un rincón. Y así las cosas el santo convivió con el séquito del prelado y con el propio prelado y juntos debatieron sobre cosas de fe. Y cuando se fueron, el párroco le habló al santo de la posibilidad de que se convirtiera en su adjunto y el santo le agradeció visiblemente la muestra de confianza y le dijo que debía partir. Y el párroco le preguntó qué pasaba con su duda. Y el santo le dijo que se habría equivocado y que él no tenía ninguna duda espiritual o profunda respecto a sus percepciones. Quizás de vez en cuando, cuando caía la noche y se encontraba solo en su catre, le asaltaban preguntas sobre el futuro y el devenir de ciertas personas que conoció antes de alcanzar su condición. Y que dudaba si esos pensamientos eran dignos de su condición o si debería dejarse ir. El párroco pensó entonces que todo el mundo no puede ser santo, claro.
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