lunes, 20 de diciembre de 2021

La punkarrada navideña de Cocotevá, otra vez y mejor.

 


Fue en un momento de la reprimenda que el director de la compañía lanza al público cuando Kike Hita, el actor, el mito, interrumpe la bronca y se dirige al público para decir que ya tenían ganas de volver después de un año de parón cuando me di cuenta de eso, de que habían pasado dos años desde el último Coco. Claro, el año pasado no se hizo y este año había ganas. No ganas, muchas ganas. Unas ganas locas. Y esas ganas locas las tenían sobre todo los y las integrantes de la Compañía Colomense de Teatro y Variedades. Cocotevá. Y se notaba que todo iba sobre ruedas, que todo fluía, que la punkarrada que supone todos los años enfrentarse a esa Marató de buenos sentimientos desde lo más popular, desde el teatro trepidante, desde la risa, desde el bochorno, desde el desenfreno, desde la pérdida de cualquier tercera cuarta o quinta pared, desde la ausencia de complejos y desde un sentido del ritmo teatral que no es apta para pausados, calmados o directamente sosos. El desparrame es tal que hay quien se suma involuntariamente a lo inesperado, como fue el delicioso momento en el que una señora, en mitad de un diálogo, no solo no apagó el móvil, no solo no colgó la llamada, sino que cogió la llamada y se puso a hablar por teléfono mientras la obra seguía su curso, descentrando al personal, pero consiguiendo algo que era el teatro dentro del teatro, la señora y su teléfono interpretaban su propia obra, su propio número, su propio momento, su propio gag. Cocotevá, de la mano del hiperactivo Xavi Villena, ha conseguido hacer de su Coco el evento del año, el evento que nos encamina hacia otro despropósito como son las fiestas navideñas. El Coco de Cocotevá nos obliga a reírnos, a perder la vergüenza, a comprobar año tras año cómo hay quien ha ido al teatro a ver algo y se ha encontrado quitándose de encima con cara de 'pero qué...' una muñeca hinchable deshinchada. El Coco de Cocotevá nos obliga a comprender que no hay que hacerlo por hacerlo, no hay que hacerlo perfectamente o como está escrito en tal o cual sitio, no hay que hacerlo simplemente, hay que creérselo y saber que, lo que estás  haciendo puede estar mejor o peor, que para mí está perfecto, pero lo que no puede bajo ningún concepto es causar indiferencia. 
Y así, cada uno tiene sus momentos. Siendo la incomparable Merche Meneses un auténtico sostén de toda la obra, y siendo el resto del elenco artístico una auténtica barbaridad de desparrame y de derroche de energía, yo me quedo con el temple, el captar la atención sin hacer nada y esa auténtica ceremonia del absurdo que es la elección y reparto de bocadillos de Alex Mas. Y sin lugar a dudas, mi preferida de todos los tiempos es Ponxi Dávila y su recreación de folclórica chandalista, la Remedios, que una vez más consiguió que arrancara mis palmas más enfervorizadas al ritmo de María de las Mercedes. Todo el número de la Reme me parece sublime y prácticamente puedes oler la lata de cerveza desde la butaca en la que te encuentres. Esta espeluznante foto no hace justicia, pero no encontré nada mejor. Club de Fans de la Ponxi, sin duda. 


De hecho, todo empieza antes, mucho antes. En la cola uno ya va viendo quién ha ido antes a ver al Coco y quién no ha ido nunca y viene hoy y sabes que se lo va a encontrar. Y pasas la cola y entras y ya te encuentras a Ponxi y a la supervedette superstar Eli Villena cantando la del Hombre Feo, justo cuando pasas por delante del escenario y sientes que, efectivamente, las señales no son inocentes y que no hay escapatoria posible, el hombre feo eres tú. Y te sientas y comienza el disfrute, y los números musicales que se suceden y el final que es el principio. 
La Andrea con su don de lenguas y de gentes, la Rosa con ese quirio que ilumina las velas, el interminable speech de Óscar Martorell como una de las encargadas de vestuario que cada año que pasa piensas que vas a hacer propósito de escuchar y atender y no es posible, porque la señorita Alós te distrae con el único y siempre impagable (he dicho mucho impagable), número de la paseanta diciendo 'Hola'. 
Y si me tengo que quedar con otro momento que me impactó fue el de Hugo Ramos cantando al ritmo de Antonio Molina, Soy Minero. Cantando, destrozando, punkarreando con Antonio Molina. Impagable esa interpretación con la barriga al aire y la vergüenza de vacaciones para hacer lo que uno pretende, que es nada menos que la gente sienta algo, el recuerdo de esa canción entrañable, completamente hecho añicos, lo entrañable pasa a ser una mueca que parece anticipar el cataclismo universal. El ritmo de una taranta. La madre que parió a Hugo Ramos. 
Números, gags, los impagables y 'situacionistas' porque te ponen en situación, números de Víctor Guerrero. Un Víctor Guerrero al que mi madre había visto muchas veces, hacía muchos años, 30 o 40 años y que ayer volvió a ver ya que no había venido antes a ver el Coco y se encontró lo que se encontró y a mi madre no la vas a asustar tú tan fácilmente. 
Cosas que me faltaron: la canción Libérate. Cuánta falta hace en estos tiempos, liberarse, decir lo que uno siente de una vez, expresar lo que uno es y no callarse, expresar lo que uno es y ha sido y no vivir atormentado, dolorido, mal, porque cuando uno está así, mal, escondido, siendo lo que no es, ay, qué dolor más grande. Libérate, libérate. Que no se cantara ayer, fue una pérdida que... bueno, la verdad es que hubo tanto y tan bueno que podremos pasar sin esa canción. 
Un Coco este año, y es el noveno, que me gustó tanto o más que la tercera o cuarta vez que lo vi, ya que la primera o segunda vez que lo ves no sales de tu asombro y eso no se vuelve a repetir. Un Coco por el que hay que felicitar una vez más a Cocotevá por el despliegue, por la punkarrada de hacer lo que está escrito pero hacerlo a la manera de uno, como sabe y como quiere. Y que todo el mundo salga contento. Y este año, con el bocadillo para llevar. 
Gracias por tanto, otra vez. Esperando ya con ansia el décimo aniversario. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario