Ayer mismo. Estaba yo en el trance de llegar al lugar donde tenemos depositado nuestro modesto Sandero cuando tuvo lugar una escena que me pareció de un surrealismo extremo. En el borde de la acera, a unos cuantos metros de donde yo me encontraba, se hallaban paradas una serie de personas, creo que unas cuatro o cinco. Las cuatro o cinco personas se encontraban detenidas al borde de la acera y todas ellas estaban con la cabeza inclinada hacia arriba, mirando todas hacia una misma dirección. Detenidas mientras un lunes por la tarde la vida de la ciudad de Santa Coloma de Gramenet, a la que no tengo que decir que quiero más que a mi vida propiamente, daba el apretón casi final a una jornada de inicio de semana donde todo había casi ya sucedido y donde esas pocas horas hasta que los colomenses se aprestan a cenar se utilizan para llevarlo todo al paroxismo de la actividad. Ahí, en ese enfebrecimiento colectivo, se encontraban detenidas esas cuatro o cinco personas, mientras coches, personas, patinetes, monopatines, autobuses, lanzaderas espaciales, canoas, teledirigidos y zeppelines, pasaban a su lado con frenesí inusitado. Todo se movía, todo estaba increíblemente activo menos esas cuatro personas. O cinco. Todo parecía dar un estallido final de vida antes de la calma mientras que esas personas, cuatro o cinco, estaban paradas, quietas, como estatuas o como participantes en alguna performance orquestada por el área de cultura del Ajuntament y que se nos hubiera escapado de la agenda de actos reglamentaria. Mi cabeza hervía en dudas, mi cabeza estaba cuajando toda una serie de hilazones mentales, historias, relatos, misterios. Qué estará pasando, quiénes son esas cuatro o cinco personas. Qué varita mágica, que ensalmo, que encanto, qué algo les ha tocado para que se encuentren deteniendo con su actitud el fluir de la energía de esta ciudad que tal.
Entonces el semáforo se puso en verde.
Y detrás de mí a pareció un joven corriendo que me sobrepasó y sobrepasó también a esas cuatro o cinco personas que ya habían comenzado a caminar. A la gente le impresiona ver a alguien correr por la calle.
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