martes, 10 de mayo de 2022

Crónica de un concierto de Ilegales. Tengo un problema.


¿Cómo no te van a gustar los Ilegales? Ilegales son una banda de Gijón, con un integrante básico, fundamental, insustituible, como es Jorge Martínez. Jorge Ilegal. Una banda cuyo primer disco data de 1982, el del señor pegándose un tiro. En ese disco se hallan buena parte de las canciones más conocidas de esta banda que tiene muchas y buenas canciones y una historia de perseverancia en lo suyo que los hace únicos e inimitables, pese a que uno piense que lo que hacen es tan sencillo y tan fácil y tan básico que bien pudiera ser, pero no, no lo es. En ese primer disco de Ilegales se encuentra una canción que, para mal, ha condicionado la percepción que muchos pudieran tener de este grupo y de todo su repertorio. Esa canción, no la tocaron el pasado sábado en Madrid. Esa canción la he visto interpretar en Barcelona hace unos cuantos años. Y la presencia de elementos indeseables levantando el bracito, joder, como que me impactó mucho. Así que ir a un concierto de Ilegales era una cosa que me inquietaba. He visto el documental de Mi vida entre las hormigas, yo no tengo dudas, pero... y el público. Decir que ir a un concierto de Ilegales, o de cualquier otra banda, después de haber vivido el día anterior una experiencia casi mística como lo que se vivió en el WiZink con Siniestro Total, era casi una temeridad. Una imprudencia que te impide disfrutar de un concierto por el exceso del otro. Pero se hizo, y hecho está. El concierto viene precedido de las observaciones que nos hace el Juanra que los ha visto en Barcelona recientemente, canciones del último disco que dice que son buenas y un muy buen concierto. Yo el último disco no lo he escuchado. De hecho, ver en las colaboraciones a gente como Dani Martín por ejemplo, sectario de mí, me hace mirarlo con algo de desconfianza. Pero bueno. Vamos. Así que el concierto consiste en el bueno de Jorge Martínez, que tiene nada menos que 67 años, tocando con su (in) separable Willy Vijande al bajo, personaje en sí mismo, y un batería incombustible que solo tiene que hacer que el ritmo más básico sea contundente. No me sé el nombre ni del batería ni del guitarra de acompañamiento y teclados. Lo siento. Y el público. Nos dedicamos buena parte del previo a identificar posibles fachas infiltrados. Creemos pillar a alguno. Durante el concierto no vemos que haya ademán de nada, no hay canciones a las que se puedan agarrar, todo funciona con una exquisita normalidad. Público otra vez de nuestra edad y más veterano que hoy ha salido a armarla. Gente que ha salido hoy a echarse un ratito bueno y que quiere de vez en cuando emular los pogos del pasado. Pues claro. Solo que nosotros no nos podemos mover. Van cayendo clásicos del repertorio y recuerdo con especial cariño nada menos que El Ángel exterminador, una de las primeras canciones de Ilegales que me llegaron a la patata y de qué manera. Caen canciones de la cinta aquella que tenía de 60 y que contenía auténticas barbaridades y otras canciones... es el Todos están muertos. Qué pedazo de disco. Caen esas canciones del nuevo disco que tienen el mismo tono y el mismo mensaje de siempre. Se nota que en algunas canciones hay un tono diferente. Incluso hay una en la que pide que le lleven a casa. Antes de comenzar el concierto, nos hemos quedado en el bar de delante. A La Riviera solo había ido una vez, a ver a los Queens of the Stone Age y no recuerdo cómo fui, pensaba que estaba más lejos y resulta que podíamos ir caminando. Vamos viendo llegar a la gente y vemos que el público aunque veterano es heterogéneo y hay desde punkismo, a algún rockero de rockear, polos fred perry, incluso alguna melena heavy y una camiseta de los Beastie Boys. A nuestro lado en el concierto, un fan comienza un bamboleo oscilante que, si dura el concierto media hora más, termina con el socio en la otra punta del local, simplemente arrastrado por su propia inercia. O no. Llegados a un punto del concierto, una proyección de la portada del primer disco me sorprende. Jorge Martínez dice que aunque duela el corazón por que ya han pasado 40 años, van a tocar canciones de este primer disco. Y se lo marcan yo creo que prácticamente enterito. Y es una barbaridad. Y antes han caído joyas como El norte está lleno de frío, que es una canción apabullante, seguida como siempre de enamorados de Varsovia. ¿O no fue así? Quizás siguen sonando en mi cabeza las canciones de su mítico directo, del cd que se llevaba mi padre para ponerse a pintar, y escucho las canciones justo en ese orden. Un concierto pues de rock, de muy buen rock, cañero, con la actitud inconfundible e inimitable de Jorge Martínez, que quizás hubiera merecido habernos encontrado en una forma física algo más notable. Pero se disfruta mucho. En un momento, suena Tengo un problema sexual. Y Jorge Martínez se marca el speech de la noche, diciendo que tener problemas está de puta madre, que no hay que esconder los problemas, que tener problemas es sinónimo de estar vivo y que no hay que tener miedo a decir que se tienen problemas. Me parece de las cosas más honestas y valientes en un mundo este en el que todos somos fuertes, tenemos un pollón, siempre tiramos para delante y somos la hostia. Pues no. Acaba el concierto y nos vamos pensando que vamos a tomarnos algo por ahí pero lo único que queremos es llegar al coche, volver a casa, descansar. Tenemos problemas. 

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