Pura vida. Habían ido a Costa Rica todas las parejas de amigos que tenía y todos y todas las compañeras de trabajo, bien en solitario o bien con grupos de amigos o de amigas. Costa Rica. Tenía que ir a Costa Rica porque Costa Rica, verde, naturaleza, verde, increíble, verde, naturaleza, impresionante, verde, Costa Rica, naturaleza, verde. Pura vida. Así que el segundo año que tuve una pareja estable nos animamos para ir a Costa Rica. Como todo el mundo había ido a Costa Rica antes que nosotros, nadie vino. Nos dio igual, contratamos todo tipo de actividades, hicimos una rutilla, los colegas nos fueron diciendo dónde teníamos que ir, los bares a visitar, etc.
Costa Rica es un país precioso, que no desmerece en absoluto con las descripciones que se leen y con las impresiones que comparten quienes han viajado hasta allí. Su capital, San José, me defraudó un poco, pero he de decir que tampoco tenía yo mucha idea de lo que me iba a encontrar y pretendía que San José se pareciera un poco a esas ciudades que los norteamericanos representan en sus películas cuando el protagonista se traslada a América Latina. La ciudad no se parecía a eso y me dio la impresión de ser un poco impersonal. Pero no había ido hasta Costa Rica para evaluar la ciudad más importante ni para otra cosa que no fuera disfrutar de ese paraíso de Pura Vida. Así que desde el segundo día de las dos semanas que pasamos allí, nos adentramos en la naturaleza y todo lo que parecía ser solo fruto de la exageración, era realidad. Qué espectáculo de la creación, qué maravilla de verdes, de sensación de estar en lugares donde no había llegado la mano destructora del hombre, aunque por el camino o en los lugares que visitáramos nos encontráramos con mucha gente. De hecho, hicimos amistad con una pareja de Zaragoza, Pilar y Roberto, majísimos, que estaban en Costa Rica de viaje de novios y más o menos tenían contratadas las mismas actividades que nosotros.
Me monté en tirolina, atravesé un río de aguas salvajes, dormimos un par de noches en unos vivacs colgados de unos árboles gigantescos, bebimos nosecuántos tipos de zumos de frutas, comimos nosecuantas variedades de tipos de fruta. Al volver de Costa Rica fue cuando pasé por mi fase vegana, me negaba a probar la carne, solo quería verdura, fruta, plantas. Pilar y Roberto ya eran vegetarianos antes de venir a Costa Rica. Mi compañera de entonces no tuvo un viaje tan agradable, en una de esas ingestas de zumos al parecer bebió algo que no le sentó bien y enfermó. Tuve que hacer solo todas las actividades. Ella se quedó primero en un hospital y luego haciendo reposo unos cuantos días en el hotel que habíamos contratado.
Me acuerdo de una fiesta que hicimos en un pueblecito donde habíamos llegado surcando un río donde nos recibieron con música y había un barecito muy mono, con muchos extranjeros, y ponían una música de allí buenísima y nos lo pasamos en grande. A mi compañera le envié un montón de vídeos aquella noche.
Costa Rica es alucinante, de los mejores viajes que hecho y que repetiría sin dudarlo. Mi compañera se reincorporó al cabo de una semana o casi diez días de convalecencia y pudimos disfrutar juntos de la estancia en la playa Naranjo, que fue brutal. Pilar y Roberto estuvieron con nosotros ya que se pudieron cambiar la última semana de ruta para hacerla coincidir con la nuestra. Mi compañera por lo visto volvió a comer algo que no le sentó bien y se tuvo que quedar otra vez en el hotel, no era tan grave como la anterior, pero no pudo disfrutar de la playa. Maravillosa playa.
Cuando volvimos seguimos estando en contacto con Pilar y Roberto, sobre todo yo. Mi compañera de entonces empezó a distanciarse de mí nada más volver y lo dejamos a los quince días.
Pero siempre recordaré Costa Rica como un viaje sensacional, qué verde y qué naturaleza. Pura Vida.
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