viernes, 16 de septiembre de 2022
El Mesías
No había mucha luz, había alguna gente fumando, algunos esperaban en la puerta, otros estábamos dentro procurando no tocar nada. Finalmente llegó. Nos fuimos sentando alrededor de la mesa. Algunos permanecían de pie fumando. Otros ya habían sacado las libretas para apuntar. Comenzó a hablar. Cuando hablaba había algunos que lo miraban tomándoselo a guasa, no podía ser que alguien que por la calle nos hubiera parecido de lo más normal, una vez dentro de aquella sala, se transformase de aquella manera. Podía provocar risa. Provocaba risa. Su manera de interpretar la realidad se basaba en una forma de complot dirigido por algunos y esos algunos estaban fuera, pero podían estar dentro. Podías ser tú. Seguro que era yo. Había quien intercambiaba contigo una mirada de complicidad. El Mesías parece que mueve más a risa que a otra cosa. Había veces que tropezaba al hablar, que embarrancaba, que confundía los nombres, que equivocaba los tiempos, todo parecía erróneo. Y sin embargo, siempre ocurría lo mismo. Llegaba, nos íbamos sentando, hablaba, le discutíamos, volvía a hablar y finalmente la mayoría estaban de acuerdo con él, fuese descabellada o no su forma de ver el mundo, era el Mesías y seguro que estaba en lo cierto. Una y otra vez. El tiempo pasaba y el Mesías se iba haciendo mayor. Los momentos en los que nos reíamos de él eran cada vez mayores. Sus fallos se acentuaban. Nunca venía nadie diferente. Siempre éramos los mismos. Un día, no sé si por casualidad, hizo un discurso sin cometer ningún fallo. El hecho de que no hubiera ningún momento en el que perder el hilo me hizo pensar en algo. Realmente, qué estaba diciendo. Qué nos proponía. Porqué era el Mesías. Quién le había elegido. Pensé que cómo era posible que nunca hubiera pensado en eso. ¿Cómo había llegado yo allí? Cuando quise volver a la siguiente reunión, se habían ido.
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