jueves, 22 de septiembre de 2022
Enemigo dentro de las puertas
¿No tenéis la sensación de que se ha acelerado el proceso? ¿De que todo va muy deprisa y que todo nos parece todavía muy irreal y ya lo tenemos dentro? Todo parece que todavía no ha pasado, que todavía podemos hacer esto o lo otro para parar lo que viene, pero ya no hace falta que nos comamos la olla con si hay que ser demasiado así o cargar las tintas con tal cosa. Esto ya está. Dentro de tres días Italia tendrá, si no ocurre algo absolutamente inesperado, una primera ministra que no deja lugar a dudas sobre su adscripción ideológica, sobre qué piensa del pasado y qué piensa de lo que hay que hacer en el futuro. Si técnicamente no se la puede llamar fascista, no la llamaremos técnicamente fascista, pero es algo que da mucho miedo. Que da mucho miedo y que al mismo tiempo hay que confrontar y confrontar con algo. Dentro de tres días, los poderes económicos blanquearán a Meloni y la harán pasar por una política conservadora con alguna estridencia, pero que garantizará que 'económicamente' todo seguirá igual. O como tiene que ir. Que no es igual. Que será peor. Dentro de tres días eso pasará en Italia. Pero ayer ocurrió algo que me hizo pensar que todo es muy frágil, que todo puede pasar de ser algo aburrido, adocenado, que parece inútil, bah, un gasto más, hasta que de repente, alguien se caga en ello y dices... ojo, que vamos cuesta abajo. Me refiero al incidente ayer en las Cortes de Castilla y León. Mientras intervenía el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Fernández, el vicepresidente de la Comunidad, por decisión del PP, el vicepresidente de la Comunidad, de Vox, le mandaba callar y que se pirara. Y le insultaba. Y el presidente de la Cámara, de Vox, le decía que nada, que siguiera. Y circula. Unas horas antes, era el portavoz de Ciudadanos, nada menos, el que recibía el insulto de Imbécil. Así mismo. Bronca, insulto, amedrentar, mearse encima de la norma parlamentaria, aquí están mis cojones, vete a la mierda rojo, y a otra cosa. Cuál es la próxima polémica. Los niños de la Montero. Cera. Nos reímos porque la Olona va a montar otro partido, una frikada más, hasta que deja de hacer gracia. Nos reímos con los vídeos de Meloni, hasta que haya que recibirla en el Palacio de la Zarzuela. Pensábamos que esto consistía en que el enemigo se presentaba cada cierto tiempo a las elecciones francesas y que parando a Le Pen ya estaba. Bola extra. Pero parece que no. Y a unos cuantos kilómetros se libra una guerra, ya guerra con todas las letras, donde no tenemos claro si ir con unos o con otros porque la OTAN y porque esos nombres rusos nos recuerdan a la URSS y en nuestras cabecitas Moscú siempre será... pero no lo es. Y es una dictadura y no lo ves. Y el mundo camina hacia eso y no lo sabemos. Y nos consuela que América latina resiste y articula cosas nuevas que ilusionan. Nuevas. Y el mundo está cambiando a una velocidad pasmosa y mientras nos consumimos pensando cómo la velocidad se va aumentando, la sensación de que todo está aquí, de que hay un asalto generalizado a cualquier síntoma de progresismo, de Estado del bienestar, de moralidad, de solidaridad, de fraternidad, está de capa caída. Ve uno las campañas de propaganda sobre la bajada de impuestos. Ve uno a Nico Williams diciendo que hay que bajar impuestos. VE uno como el alma se te cae a los pies. Date cuenta. Dentro de tres días, menos, tendremos a la Meloni como primera ministra y estará bendecida por Draghi y por tal y pascual. Y la izquierda italiana qué es. Dónde está. Quién la representa. Dónde se ha metido. No nos demos palos a nosotros mismos. He leído el artículo de Bustinduy. Se acabó el antifascismo. Habrá que pensar en algo. Habrá que hacer algo. Y ya no tenemos mucho tiempo.
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