martes, 25 de octubre de 2022
Dios está sobre nosotros ahora
Los últimos años hemos sido agraciados con el cielo. Un cielo que se nos prometió de una manera críptica, pero una gran masa de ciudadanos comprendió el mensaje. El cielo se abalanzó sobre nosotros de una manera apabullante, sin discusión, no podemos objetar nada y no podemos oponer nada ante algo tan abrumador. En el cielo hemos estado viviendo hasta hace muy poco, momento en el que del cielo hemos pasado a otra situación que voy a tratar de explicar. Si el cielo está arriba, de manera consensuada, nosotros antes estábamos abajo y se supone que Dios, la figura que vive en el cielo, estaba arriba también. De manera que nosotros vivíamos con Dios, hemos vivido junto a Él durante estos últimos tres años largos y a eso nos hemos acostumbrado. Pero ese estado de descomunal satisfacción e incomparable bienestar se nos dice que se ha sido trastocado ya que Dios vuelve a estar encima de nosotros y que nos ha venido a visitar. Es natural que haya gente desconcertada y que no sepa realmente dónde se encuentra. Dios está nuevo encima de nosotros y nos tiende la mano para que le acompañemos en una aventura incomparable en la que viviremos las excelencias de estar en un cielo que a nosotros nos ha sido vedado. Ya no estamos en el cielo, ahora nos vuelven a prometer otro cielo. En los mapas del cielo el sol siempre es amarillo. Amarillo pues debe ser todo ese nuevo cielo que nos prometen. O fucsia o del color que más convenga, que por eso Dios puede decidir y es Dios. Ahora, Dios nos pregunta qué debe hacer él para poder ser como nosotros y su pregunta nos desconcierta ya que pensábamos que ya estábamos en el cielo y que Dios ya nos había aupado a ese cielo con la naturalidad de quien sube al Puig Castellar en una carrea. Y ahora, confundidos, nos vemos con que Dios, que debe ser otro Dios, nos dice que podemos ser como ya son otros que ya subieron al cielo y viven en él en otras partes de nuestra ingrata tierra y podemos alcanzar esas cotas de felicidad que no son las mismas a las que ya nos habíamos acostumbrado. Dios está sobre nosotros ahora y tenemos que aclararnos porque bien pudiera ser que hubiera dos dioses y que ninguno de ellos sea el verdadero. Ni quién nos cieló ya una vez o quien baja desde las alturas para mezclarse con la masa y probar nuestras bravas pareciendo uno de los nuestros. Puede que Dios haya muerto, pero hay mucho candidato a sustituirle.
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