miércoles, 30 de noviembre de 2022
El Tito
El tito Antonio ha sido siempre El Tito. Durante muchos años, muchos, supongo que hasta hace poco y tampoco sabría decir si eso ha cambiado o no, el Tito ha sido el Tito Antonio y los demás titos tenían su nombre y sus apellidos, pero el Tito por excelencia era el Tito. Quizás porque era el Tito que teníamos más presente, el tito que era más joven, el tito con el que simpatizábamos más, el tito que estaba en casa de la abuela cuando nosotros éramos unos chinorris, el tito. El tito Antonio hoy cumple años. No sé cuántos son, no lo quiero mirar en el facebook, pero si yo ya tengo un saco de años, el tito Antonio debe tener ya un porrón importante. Pero por esas cosas de la mente, de las cabezas, de lo que sea, el tito siempre nos ha parecido más joven. Tenemos muchos titos. Titos y titas. Titos y titas con los que nos hemos reído un montón, titos y titas que nos recordaban a nuestros padres, con los que intentábamos desgranar toda esa herencia genética que debemos tener, nos parecemos o no nos parecemos a nuestros titos y titas, encontrando en algo, en algún rasgo, una manera, un gesto, lo que fuera, el quién somos, de dónde venimos y cuál es el fantasma de las navidades de nuestro futuro. Hoy el tito Antonio cumple años. Siempre digo que de todos mis titos y mis titas, sin duda a quien más me he parecido siempre es a mi tito Antonio. Viendo una foto del tito Antonio ahora podemos ver al Antonio del mañana. Y, algo que ya he dicho en algún otro texto por ahí, el tito Antonio fue un referente. Una persona a la que le gustaba leer, le encantaba leer, tenía la casa llena de libros, era una referencia, alguien en quien te podías fijar. Si en casa ya se leían libros, cuando íbamos al pueblo o volvíamos, siempre nos traíamos algo nuevo. El tito era del Círculo de Lectores y no paraba de pedir. Y claro, las siestas en el pueblo eran tan largas. Y tenía la Enciclopedia Larousse, nada menos, que ya era el apocalipsis del pasárselo bien, buscando, encontrando nombres raros, países, historias, cosas, cosas, más cosas. Todo eso era el tito Antonio. Y más. Un amante del deporte de salón, capaz de hacerte entretenidos los europeos de atletismo, los mundiales de natación... comentarista desde el sofá, tumbarrado en esas siestas espesísimas, alguien con quien poder comentar. El tito Antonio, no podía ser de otra manera, estudió Magisterio y es profe desde siempre. Pocas personas creo que deben haber querido tanto a su profesión como el tito Antonio. El tito ya hace unos años que ha dejado la docencia. Quién sabe. La predestinación, la genética, el exceso de celo, el exceso de responsabilidad, vete tú a saber. Los nervios. Debe ser una puta mierda no poder hacer lo que has hecho y que te ha definido en la vida. No llamo nunca al tito Antonio. No pregunto cómo está. En mi cabeza, por algún error de codificación, el tito sigue siendo el único Tito, pero es un tito al que no le pasa nada, que está ahí hablando deprisa, con esa cara de Juanes que es hereditaria desde mi abuelo Quico hasta el tito Bibiano hasta mi primo Jesús hasta mi primo Paco Luis hasta servidor de ustedes. Al tito Antonio le queremos mucho pero no se lo hemos sabido demostrar nunca. No sé porqué hablo en plural.
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