lunes, 21 de noviembre de 2022

Mafalda o la profecía autocumplida


Yo fui a la inauguración de las esculturas de Mafalda, Susanita y Manolito. Yo mismo caí en el error de considerar una temeridad dejar esas estatuas allí, en ese banco, solas, al albur de que cualquiera pudiera hacer algo con ellas. Yo mismo pensé que poco tardarían en verse firmadas, taqueadas, etc. Pasaron los días y uno se daba cuenta de que eran y son muchos los colomenses que han ido a ese banco a hacerse fotos con Mafalda, en cualquier momento. Pero llegó el día en el que Manolito desapareció. Un problema con los anclajes, pero rápidamente se especuló con que la desaparición había sido ya obra de vándalos. Claro, ya se sabe, a quién se le ocurre dejar en Santa Coloma algo así al aire libre. No, nos desmintieron, no se trata de eso, ha  habido un problema. Sin embargo, al día siguiente o dos días después, la confirmación, solucionado el problema técnico Manolito ha sido vandalizado y lo han tirado al río. Ante el riesgo de que se acabe convirtiendo todo en un reto para subir a las redes fotos de la escultura vandalizada, el Ajuntament ha decidido retirar las tres esculturas. La alcaldesa anuncia que las esculturas volverán y que ya se anunciará dónde.

Profecía autocumplida en una ciudad que tiene quien no quiere que crea en si misma y que sigue, seguimos, comprando el marco de que somos algo de lo que no hay, bárbaros, gente ignorante, poco amigos del respeto por el espacio público. Incluso este tweet de Anna Pèrez, con quien no suelo diferir en demasía en según que temas de ciudad sobre todo, ponía un poco el dedo en la llaga. Compramos rápidamente la historia del vandalismo, nos creemos que somos lo que no somos y, lamentablemente, acaba pasando que la profecía autocumplida tiene lugar. Llega el vandalismo y nos damos la razón unos a otros. Es que no puede ser. Llega después el mensaje casi infantilizador de la alcaldesa para decirnos que no nos preocupemos y que todo irá bien. 

La peripecia de Mafalda y sus amigos en Santa Coloma no está dejando indiferente a nadie. Hay a quienes toda esta parafernalia de inauguraciones, vídeos y fanfarria les resulta estomagante. O que, alejados de todo esto, ven el símbolo político de la propia Mafalda y asumen como propia la defensa. O quienes consideran que ya la Mafalda pasó y que quizás los referentes deberían ser otros, más modernos. O quienes esperaban que todo esto pasara y que Manolito acabara en el río o Mafalda decapitada o sin manos como suele estar la lectora de la plaça Montserrat Roig. Quienes se lamentan de no vivir en la ciudad que quisieran. Quienes se regocijan en el caos para pedir más mano dura, siempre más mano dura, más policía, más palos para meter en cintura a la gente. Es que solo entienden el lenguaje de los golpes. Ya lo dije yo que esto acabaría mal. O el hada buena que lo arreglará todo y que, omnipresente, se encargará de que nuestros sueños se hagan realidad. Da igual. 

Que no nos encasillen y no nos creamos el papel. La ciudadanía colomense es responsable y cívica, como la que más. Naturalmente. Y que la colocación de un elemento como este debería haber sido cuidada y protegida. También. Y que hablar de la Mafalda pudiendo hablar de otros problemas o actuaciones mucho más peliagudas también dice mucho de nuestra ciudad, por supuesto. Ni siquiera llegué a hacerle una foto a la Mafalda y he tenido que pillar una foto de La Vanguardia. Pero algo había que decir sobre lo de la Mafalda y ya está dicho. 

Que la Mafalda muy bien. Que muy mal que haya gente que se lo tome a bufa. Que no somos tan mala gente, no somos de hecho mala gente. Que muy mal que haya gente que no respete lo que es público. Que hay que confiar más en la gente. Y responsabilizarnos todos, administración y ciudadanía, que es lo que toca. Y que ya vale. 

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