viernes, 16 de diciembre de 2022

Cuttlas


Imagina que la vida transcurriera apoyado en una pared viendo pasar propiamente la misma vida. Apoyado, sentado en el suelo, con alguien a tu lado que te dejara estar a tus cosas. Con el sol abrasando a dos palmos de donde estás. Pero tú no estás ahí. Estás apoyado en la pared sin nada que hacer porque eso es lo que hay que hacer. Imagina que estás imaginando lo que te de la gana y que todo va a pasar o no va a pasar porque en un momento puedes ordenarle a quien te ha dibujado que ya vale, que te saque de ahí, o que te lleve a otro sitio. Imagínatelo. Que estás apoyado en una pared sin nada que hacer porque quizás ya lo has hecho todo y tú estás a tu rollo. Estás ahí y estás a tu rollo y estás además en el rollo que tiene la persona que está a tu lado. Las primeras veces que leías a Cuttlas leías unas cosas. A medida que pasaba el tiempo Cuttlas te iba contando otras cosas y metiéndote en otros mundos. Esos otros mundos podrían ser mucho mejores de lo que son tu mundo. No es que lo fueran, solo existía la posibilidad de que pudiera serlo. Qué más da. El bueno de Cuttlas comenzaba como una historieta sobre el Oeste americano y fue complicándose hasta ser una historieta sobre cualquier cosa, pero con Cuttlas. El bueno de Cuttlas. Los mejores eran aquellos en los que aparecía Cuttlas con el compañero mexicano apoyado en la pared. Y no pasaba nada más. 

Toda la vida buscando eso. 

Apoyado en la pared sin que pase nada más. 

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