miércoles, 18 de enero de 2023

Mis dos centavos


Hola, soy Ken Brockman y les vengo a dar una opinión sobre Santa Coloma. No se asusten, que no cunda el pánico. No queremos generar más sensación de inseguridad, por favor. Voy a dar una opinión sobre Santa Coloma. Se trata de ayudar. Disculpen que insista sobre el tema, porque me parece fundamental y en mi ser se está produciendo un cambio que en principio fue paulatino pero que en los últimos días se me está acelerando. Se trataba de ayudar, creo. Se trataba de, en la medida de las posibilidades de cada uno, de no sé, hacer que quien esté mal pueda acceder a estar mejor. Pero no. No se trata de eso al parecer, se trata de que faltan cuatro meses para las elecciones municipales y no se trata de nada de eso. Se trata de conseguir un espacio o de, peor aún, pretender conseguir un objetivo inalcanzable en base a las necesidades de la gente. Se trata, al parecer, por lo que se puede apreciar, de llevar a cabo una suerte de asalto permanente al poder en base a las necesidades y al estado de desesperación de una gente que no entiende de otra cosa que está sufriendo un problema gordísimo y hay gente a la que literalmente parece que se la bufa porque su objetivo, este día, toda la vida, es otro. Y no van a parar hasta que ese objetivo se cumpla, que no lo hará nunca, porque nunca será suficiente, y mientras van desgastando ahora esta causa, ahora esta otra, ahora aquella, y mañana la siguiente. Se trata, al parecer de no querer saber, de no querer preguntar, de no querer establecer mecanismos para ayudar a quien merece una ayuda y de considerarlo absolutamente todo como un caso de guerra en esa revolución permanente, que nunca pasa, pero no será porque no se pone entusiasmo y se quema todo lo que se toca. Se trata de que aquí importa un huevo un barrio, una familia, el trabajo, el progreso, la civilización o lo que sea, porque lo que interesa es reeditar cada día de nuestra vida un glorioso octubre de 1917 o un julio de 1936 o las glorias pasadas de hace unas cuantas décadas hasta que los partidos políticos vendieron al pueblo y llevarnos con nosotros aquello que la gente está necesitando. Porque al parecer, hay quien no necesita nada y que lo único que les llena la cotidianeidad aburrida de ayudar en lo que se pueda es acudir religiosamente cada día a ponernos un examen de integridad y compromiso. Pues mire, oiga, de todo se harta uno. Pero no se asusten. 

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