He visto muy pocos partidos del Athletic Club esta temporada. He seguido muchos mediante el Twitter o los comentarios de los colegas en el grupo de Whatsaspp. He visto resúmenes de partidos. Vi, por ejemplo, el resumen del partido del Athletic Club con el Elche. Penúltimo partido de Liga, jugando en casa contra un equipo descendido, si el Athletic ganaba se colocaba en séptima posición prácticamente asegurando jugar el año que viene una competición europea, la Conference League, que es un mojón, pero es un mojón que te permite ganar un dinerito, sanear cuentas y ver mundo. Un pequeño éxito. Pues el resumen de ese partido era de no creer. Una sucesión sin cuento de ocasiones de gol del Athletic, algunas de ellas falladas de manera esperpéntica, casi cómica, para acabar palmando en el último minuto con un gol de chiste. Y la temporada al carajo. No se fastidia la temporada en ese partido, se fastidia en muchos otros que han repetido sistemáticamente el mismo guión. En casa: salir bien, empezar a carburar, fallar las primeras, las segundas, las terceras, acabar el partido sin goles o bien perdiendo en casa. El caso del Betis fue sangrante, un equipo que venía deshecho marca nada más empezar y el Athletic se estrella contra su propia impericia. El del Sevilla, el Athletic juega y juega y en el último suspiro regala un gol, pero regalar de regalar un gol, penalty patapum. Fuera de casa: deambular, si el equipo contrario nos marca reacción y no pudo ser.
Este año el Athletic Club parecía venir de manera diferente. Valverde en el banquillo, nueva directiva, se decía que habría rockandroll, respecto al atocinamiento futbolístico de la era Marcelino. Ahora íbamos a jugar. La primera parte de la temporada fue un espejismo. El equipo era básicamente el mismo, pero las piezas se habían movido. Un 4 3 3 con un Sancet que parecía saber a qué jugaba y un Nico Williams que la rompía. Seguíamos fallando mucho pero parecía que. Pero no. Al volver del Mundial el equipo se hizo plomizo. Se movieron piezas otra vez y el equipo parecía aburrido. Se iba ganando a quien se tenía que ganar pero no se ganaba a nadie que no se debiera ganar. Y llegó la copa. Y llegó la semifinal contra Osasuna. Y llegó ese partido clave donde se volvió a fallar. En la ida un partido deplorable, tristísimo. En la vuelta el consabido 'se falló mucho', tanto que no era merecido pasar. Con la Copa fuera pareció vivirse un momento liberador, el equipo ya no tenía presión, podía jugar y se jugó unos pocos partidos. Se ganó a la Real. Temporada salvada. Podemos optar a los puestos de Europa League. Cada partido podía ser decisivo, estaba la cosa barata. Pues es ahí donde el Athletic ya cansa.
Cansa que cada partido decisivo el Athletic se hunda, no de la talla, el rival nos pase por encima, el rival sea claramente superior incluso ganando por la mínima, que parezcamos sensiblemente peores, que no lleguemos. Y que en nuestra cabeza eso no se acepte. Que seguimos pensando que. Y no. Y te aburres. Te aburres de que en los grupos de whatsapp digan 'este partido es decisivo' y sepas que es la señal para el derrumbe. Aburre saber que el Athletic el día que tiene que cumplir, desaparezca. Y otro año de nada.
Acaba el año y somos octavos. El peor equipo de Euskadi. La Real lejísimos y Osasuna finalista de Copa y nos quita la Conference. No hay mucho motivo para la alegría. Se va Íñigo Martínez y no vendrá nadie. Laporte tiene más cara de acabar en la Real que de volver. Ningún jugador de Osasuna querría venir. La cantera ha sido un auténtico fiasco. No se ven jugadores qué solucionen problemas como la pericia en el área rival, o la contundencia en la propia. Valverde seguirá y la sensación es de que el problema no es Valverde. Tenemos dos porterazos y jugamos a que nos sobre uno. Que sea Simón porque Aguirrezabala tiene el nombre más largo y es más kosher. Y así seguimos. Aburriéndonos cada vez más. Aupa Athletic, sin embargo.
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