En el mundo del fútbol hay un dicho que dice que quien perdona acaba perdiendo. En el mundo de la política hay quien dice que el que se mueve no sale en la foto. En el mundo de la jardinería se habla de que el exceso de agua puede matar a algunas plantas. En el mundo de la música se dice que los primeros discos eran los buenos. Todo el mundo tiene algo que opinar sobre cualquier cosa y hay opiniones que se han establecido como canónicas al ser adoptadas por una mayoría que posiblemente hubiera podido generar otras opiniones si hubiera tenido la posibilidad de expresarlas. La quizás última representación de Cocoteva de esa obra que tiene el Coco en el nombre es una experiencia que mueve a la opinión y al aprovechamiento de recursos. Ha sido. Quién sabe si volverá a ser porque a esta central de noticias y opinión llegan informaciones contradictorias. Una vez más, pues, un año más, Cocoteva se lanza a la escena para interpretar una obra que todo el mundo conoce, que a todo el mundo sorprende, que todo el mundo ya tiene calculada, pero que siempre encuentra a alguien nuevo que a tu lado dice 'no me estoy enterando de nada', y tiene usted toda la razón porque aquí no hemos venido a entender nada, aquí hemos venido a esperar los momentos estelares y cada uno de nosotros tiene el propio y a aplaudir y a seguir el ritmo con cada amago de canción que aparezca en el audio. Con todas, no. Ojo. Hay una tarifa sentimental en la conciencia de uno que le obliga a ser selectivo en ocasiones. Pero así a bulto, todas se aplauden. Efectivamente, el año fui uno de ellos y el año pasado disfruté tanto que no he querido este año emborronar aquella cumbre interpretativa y sensorial con una nueva interpretación a la que quizás no le hubiera encontrado ya matices. Lo di todo y todo recibí. Así que lo mejor era no empañar ese vívido recuerdo en las retinas y oídos de toda Badalona y continuar con mi vida por otros caminos y derroteros. Sin embargo, allí estaba, dispuesto a enfrentarme al monólogo de Kike Hita por enésima vez, al número de las gaitas, a las incursiones movidas y en esta ocasión riesgosas y trompicadas de la grandísima Merche Meneses, a la canción cabaretera de Víctor Guerrero (esta vez no cantó la del pito), a los enfrentamientos dialectales, perdón, enfrentamientos entre todos los miembros de la compañía, la Andrea, la Rosa, el Hugo, los dos chavales que viven en mi calle que nunca me acuerdo de cómo se llaman, la super vedette Eli, la impresionante Alós que sí, este año ha adquirido nuevos matices en su interpretación y ha añadido cosas que no estaban y se nota y permítanme que me detenga por unos instantes en la sublime Ponxi Dávila. Qué quieren que les diga, es mi debilidad. Desde que aparece con el chandal de Tactel escaleras abajo se gana el escenario y marca un singular antes y después con su lata de cerveza que estás viendo que la lata de cerveza tiene ese último culillo calentorro que no sabes cómo quitártelo de encima y es eterno. Todo eso. Y el momento de la interpretación de María de las Mercedes, se perderá como se perderán las lágrimas en la lluvia si es verdad que nunca más habrá una representación de la obra que tiene el Coco en el nombre. Y tantas cosas. Una obra divertida, contradictoria, a veces tremendamente trasnochada, a veces con morcillas que la quieren adaptar a los tiempos modernos, que tiene siempre al público en estado de alerta. Ahora globos, ahora trapos, ahora cajas, ahora muñecas hinchables. Y así llegamos a un año más de Coco y quizás sea el último y muy merecidamente Xavi Villena puede salir a sacar pecho por haber estado tantos años con esta obra que encaja como anillo al dedo con las características de la compañía y que incluso ha condicionado el resto de performances de la banda. Pero ya está. Lo glorioso es ver cómo la gente se guarda el bocadillito para luego, no vaya a ser. Y es eso lo que le da sentido a la obra. Y eso es lo que es Santa Coloma. No secuantos espectadores, tantísimo dinero recaudado y siempre esa sensación de ser el patito feo de la escena teatral de la ciudad. Ahora, el quue quiera verla, que se vaya a Santiago de Compostela.
PD. Mi estado no es el mejor como para acometer un texto como este y que la fiebre y la edad se juntan y pasa lo que pasa. El papel de Alex Mas. Lo tenía en la cabeza y finalmente se me fue y no dije lo que tenía en la cabeza. Y es que Alex Mas es una suerte de hilo conductor de la obra, de pegamento, que ha ido evolucionando con el tiempo. Ya que el propio Alex Mas ha crecido y ya no es el jovencito disparatado que fue, sino que su papel ha adquirido un patetismo que lo hace aún más interesante. Su tradicional entrada en escena con la rebanada de pan luminosa y el megáfono, es ya historia del teatro colomense.
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