Ya cuando entré sentí una sensación rara. Esa sensación era olor a cirio. Era una sensación que no es habitual porque no suelo ir a iglesias, pero era un olor a cirio, olor a vela, que no se me fue de la cabeza y el contenido de la presentación de la última, pero no la última de verdad, de la última obra de Miguel Palisostomos, no ayudó en nada. El fino escritor de obras como Cuartos cerrados, Grandes pasillos de la historia universal, Pequeños escondites o la sublime Peldañitos entre salas, en esta ocasión se da un paseo por el mundo de los edificios habitados por personas religiosas pero no edificios religiosos, con una delicia llamada Divina. Sin embargo, pese a lo interesantísimo del volumen algo en la presentación del libro, decaída, lívida, sin vida, mortecina, tal y como uno se imagina la cara de un sacerdote mortificado por una fe enfermiza, contaminó el ambiente y todo fue fallido. Doña Apústula Sallent, que fue la encargada en esta ocasión de presentar el volumen, no consiguió dar con la tecla y fue tal el embrollo y la confusión de perfiles que se dio que sin saber cómo me vi de rodillas recibiendo la comunión de alguien que ahora no quiero recordar.
Aurora Baldemar nos cuenta en Pequeños cuentos sustanciosos una serie de pequeñas anécdotas personales que ya en el prólogo se nos advierte de que van a ser de mucho provecho para la vida nuestra. Ese afán ejemplificador lastra todo el contenido ya que si no hubiera remarcado esa intención, el pequeño volumen servía perfectamente para rellenar horas muertas pero con la insistencia de la autora acaba siendo todo un fastidio y que me cae mal y ya está.
Nacido en un pequeño pueblo de la provincia de Álava, Fermín de Olabe, se ha especializado en una serie de obras dedicadas a la aleccionadora misión de convertirnos a todos y a todas en perfectos luchadores por la libertad. Su último trabajo, dedicado a los caminantes, paseantes y personas dedicadas a mejorar sus marcas personales, quiere unir la pasión por el deporte y el cuidado físico con la redención de las masas. Así, por resumir, también corriendo o caminando por el monte, podemos estar haciendo la revolución. Y como cualquier materia es susceptible, solo les advertimos que Fermín de Olabe cuenta ya con 35 obras en su haber. Y lo que nos queda.
No todos los discos tienen todas las canciones buenas. Esta primera frase está mal estructurada pero no he querido que un exceso de celo pudiera empañar lo que siente uno cuando escucha el cuarto trabajo de Birrorbol, la banda de metal conceptual que en esta ocasión yerra prácticamente en todo lo que se refiere a concepción del disco, elección de los temas, producción y diseño de producción. Todo parece pensado para contentar a propios y extraños y dejar indiferentes al final a todos. El disco, al que han tenido el sentido del humor de llamar Excretion part I & 2, contiene un par de ideas originales, pero tan bien escondidas entre una cantidad de minutaje morralla que no hay por dónde agarrarlo. Esas ideas, en los temas Borombombom y Deus ex machina, pareciera que podrían tener continuidad pero es todo tan conceptualmente pensado que no.
Fedor Agrafovich tiene el honor de haber recibido el Premio Leonidas por su contribución a los estudios sobre la Grecia Antigua, concedido por el prestigioso Instituto Praxíteles de Atenas. Agrafovich, en la carta que ha enviado a los medios para agradecer el premio, se permite hacer una serie de comentarios a recientes descubrimientos llevados a cabo por colegas en los que es tan bueno y tan cariñoso y tan amable y generoso con ellos que uno acaba pensando que el tal Agrafovich esconde algo. Porque no puede ser.
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