lunes, 4 de noviembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Me decía, es que soy pintor. Y yo siempre le miraba como quien mira a un niño al que le preguntan qué quiere ser de mayor y te dice que quiere ser astronauta. Soy pintor. Jarek vivía con su pareja en un pequeño piso y había dedicado una habitación minúscula a lo que él consideraba su estudio de pintura. Allí se pasaba las horas. No pensaba en buscar trabajo, simplemente pintaba o hacía cosas relacionadas con la pintura. Es que soy pintor. Por las mañanas se dedicaba a buscar inspiración, se sentaba en los bancos y contemplaba el cielo, o el cauce del río, o cómo los pájaros sobrevolaban el barrio. Comía algo, poco y se encerraba en la habitación a pintar durante toda la tarde hasta que a las nueve salía a la taberna, también a coger inspiración. A eso de las once volvía a casa y seguía pintando. No pintaba lo mismo por la mañana que por la tarde. Pero era malísimo. Quizás él lo sabía y, mientras estaba pintando mal no estaba haciendo mal otra cosa. 

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