El partido de ayer era muy especial. Muy emocionante. El Athletic no se jugaba nada, no tenía nada que ver con la clasificación, con los puntos, con el resultado en sí... y sin embargo era casi tan importante como una final. Los detalles cuentan, la actitud, el brío, las ganas de hacer las cosas bien, la mala fe para conseguir algo y sobre todo agradar a los que te siguen, eso. Eso es lo que nos jugábamos, quedar bien con nosotros mismos.
Ayer se jugaba el último partido de liga en San Mamés, estadio legendario del Athletic, 'La Catedral', un lugar casi sagrado para los aficionados a los colores rojblancos y era el día en el que, después de un año entero lleno de decepciones y de momentos bastante oscuros, los jugadores debían darle una alegría a la afición, para al menos ser conscientes de que el último partido en el estadio en el que los Iribar, Zarra, Sarabia, Panizo, Gaínza, Pichichi, Rojo, Goikoetxea, etc, habían sido grandes ellos podían dar un último do de pecho para el recuerdo.
Pues no. Partido penúltimo de la temporada, jugado contra el Levante, equipo valenciano que lleva de vacaciones dos meses al ver cumplidos sus objetivos y con una plantilla diezmada por follones internos. No jugó Ballesteros, por ejemplo, apartado del equipo, con lo que a Ballesteros le ha gustado siempre repartir candela en San Mamés. Un equipo ideal para participar en el homenaje, ganar el partido tranquilamente y dedicarnos a recordar y emocionarnos. Pues no.
Partido calcado a los de las últimas jornadas. El equipo juega medianamente bien, combina, llega, se acerca y cuando tiene que dar el último pase, concretar la jugada, terminarla, se desentiende. No le importa lo pase. Centros al vacío, pases a nadie, jugadas espectaculares que terminan sin terminar, y una, y otra, y otra vez. Remates que nunca llegan, el portero contrario que lo ve venir todo, los defensas que se crecen porque ven que no llegamos a ningún sitio. Y pasan los minutos y hasta los cojos corren, hasta los ciegos ven, y te dan un balón en el palo. Y luego otro. Y nosotros a lo nuestro, a tontear, a desperdiciar, a no hacer lo que se supone que es el fin último del fútbol, marcar goles.
El fútbol es muy bonito, o puede no serlo, o puede ser un tostón, pero se trata de marcar goles. Pues esa tontería no la tenemos clara.
Acabó el partido con un gol del Levante. Cero uno. Nos dio tiempo a todo lo demás. Aplausos a Toquero. Qué bien. Pitidos a Llorente. Lo de siempre. Autoexpulsión de Muniain. Muniain. Otro que no sé que está buscando.
Llorente, Amorebieta. Ambos se van a final de temporada después de haber protagonizado un año lamentable. El día anterior, la tercera pata del banco, Javi Martínez, levantaba la copa de Europa con el Bayern de Munich. Muniain, el discípulo, daba muestras del despiste, o frustración, o no se qué que viene arrastrándole todo el año, y se quitaba de en medio en el día más sagrado para todos los aficionados del Athletic. Tiran San Mamés, cada segundo aquí dentro es sagrado. Pues Muniain se quita de en medio.
Final del Partido. En la tele, Manu Sarabia se emociona y solloza. No puede aguantar las lágrimas. En el campo, todos los jugadores, las del femenino, los chavales, el público en pie, todos aplaudiendo.
Un año ha pasado desde la final de Copa, un año desde la final de la Uefa, ha sido un año para olvidar, para sacar conclusiones y para empezar de cero. No sé si seguirá Bielsa, creo que no, pero lo que es seguro es que tenemos que quitarnos de encima a la gente, que a veces creo que incluso en su inconsciencia, nos ha hecho daño, y empezar de nuevo.
Campo nuevo, vida nueva.
No soy nada futbolera. Me entero cuando alguno gana una copa porque no paran de publicarlo los medios de comunicación.
ResponderEliminarLo siento por los que pierden y me alegro por los ganan.
Un abrazo y buena semana
Yo soy una de esas personas para las cuales es un tostón, monsieur. No consigo encontrarlo emocionante. Será que no lo he probado lo suficiente!
ResponderEliminarFeliz tarde.
Bisous