miércoles, 14 de enero de 2015
Todo o muy poco
El futuro es una cara que se va asomando desde la esquina. La estás viendo, a lo lejos. No tiene el rostro definido. Se ríe. Se está riendo de ti. El futuro viene a verte. Se presenta en tu casa a la hora de tomar café. No tomas café porque estás muy nervioso. El futuro quiere café y tú simplemente quieres una tila o un algo que esté calentito. El futuro se sienta en el sofá y te dice algo que no entiendes y prefieres no preguntar. El futuro sale todos los días en la televisión. El futuro es muy poco. Tenemos que pensar en el futuro. El pasado vive escondido en otra parte de la casa que visitas demasiado. El pasado prácticamente ocupa toda la casa. El pasado tiene sus cosas desperdigadas por todo el edificio. El pasado sale en ocasiones a tomar algo con el futuro. El pasado y el futuro son amigos. El pasado habla con el futuro y suele convencerle. El futuro vuelve a su casa pensando en el pasado. El pasado sigue pensando en sí mismo. Cuando el pasado llega a casa, no te atreves a preguntarle qué han estado comentando. El pasado lo es todo. El presente es fugaz. El presente avanza muy deprisa y se convierte en un pasado cada vez más amplio. El pasado siempre es mejor, repites. El pasado siempre es todo. El futuro, aunque en la televisión se empeña pregonar lo contrario, es algo que sabe a muy poco. El futuro es nuestro, eso también lo he escuchado. El futuro es muy poca cosa. Empleas mucho tiempo pensando en el futuro, cosa que no es cierta. Pensar en el futuro da tanto miedo que ni siquiera vive en tu casa. El futuro no está. El futuro es muy poco. El futuro irá a verte a casa y se reirá. Sabe que te preocupa que venga a tu casa y se siente en el sofá y que hable en un idioma que no entiendes. No entiendes el futuro desde hace tanto tiempo... El pasado, en cambio, habla perfectamente tu idioma. Habla demasiado. Ya ha quedado claro que el pasado es muy importante y el futuro nos sabe a poco. Pero, hay un problema con el presente. El presente no sabes cómo se describe. El pasado te podría ayudar y se muestra dispuesto a todo, pero prefieres no hacerle caso. El pasado habla y habla. El pasado vuelve a salir de fiesta con el futuro. El futuro sigue pensando que todo tiene que ver con el pasado. El futuro se asoma desde la esquina. Te dice que vayas con él. El futuro, a veces, quiere que le entiendas, que te esfuerces en hablar su idioma, que no que quedes con el pasado. El pasado se explica perfectamente. Lo tienes muy estudiado. El presente se cruza contigo en el metro. El presente no tiene cara, no te da tiempo a verle. El presente te manda un mensaje al móvil. Te recuerda que tienes una cita, que tienes que ir, que tienes que hacerlo. El presente quiere advertirte sobre el pasado y te pide que ayudes al futuro. Un día llegas a casa y te das cuenta de que en una sala, apartada, oscura, están reunidos el pasado, el presente y el futuro y se están riendo de ti. El presente esconde la cara. El pasado lo entiende todo. El futuro ofrece muy poco.
Bravo, monsieur. Yo guardaría este, desde luego. Ha conjugado magníficamente los tres tiempos.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous