De las memorias de Josuah Sheringham 'Envejecer y demás inconvenientes de la existencia contadas a la manera que mi libre criterio me dicta', nos permitimos proponerles un pequeño bocado que prácticamente permite saltarnos la lectura de la obra completa.
'Mi padre me dijo siempre, 'no te apasiones con lo evidente, cálmate y busca algo más'. Pero, en el momento en el que la vi, todo cambió. Aburrido de estar en casa, con toda la biblioteca de mi padre leída y más que repasada, me aficioné a salir a cazar. No cazaba, porque mi torpeza con cualquier arma de fuego y, en definitiva, con objeto de toda laña que se halle en mis manos, me impide desarrollar cualquier actividad manual con éxito. Por consiguiente, partía por la mañana temprano, acompañado por mi fiel Perry y paseaba por los campos colindantes a la casa. A veces llegaba más cerca, otras más lejos. Un día, ocurrió.
Apostada en un árbol, sentada con la espalda perfectamente apoyada en el tronco, hallé a mi Mary mirando fíjamente hacia el horizonte. Jamás la había visto antes. Me acerqué a ella y le pregunté si acaso estaba esperando a alguien que viniese a recogerla después de un paseo que, me aventuré a pensar, había sido provechoso para su salud, dado lo benévolo del clima de aquellas tierras. Pensé que quizás fuera alguna pariente de los Mortingtons que, llegada de Londres, viniese a recuperarse de algo. No le ví buena cara. No me contestó. Nunca lo hizo.
Estuve con ella, apoyado también donde pude, durante un buen rato y cuando me dio frío, me fui a casa, despidiéndome y deseándole una pronta mejora de aquello que padeciese. Estaba enfadado. Al día siguiente salí a cazar pero olvidé la escopeta. No me importó, porque en realidad me dirigí al árbol, donde se encontraba mi Mary y allí estaba, ciertamente. Su ropa había cambiado pero su semblante y su posición era la misma. Le pregunté qué tal se presentaba la jornada, si había desayunado, si quería una taza de té, si en Londres tenía algún conocido común. No contestó. Me cautivaba su silencio y su figura. Jamás había visto una mirada como aquella. Nunca había visto los ojos de una mujer que no fuera del servicio o mi familia.
Al día siguiente volví y ni siquiera llevé a Perry. Perry vino por su cuenta. Ella estaba allí. Su vestido había cambiado, como quiera que el tiempo refrescaba cada día un poco más, su atuendo iba siendo más grueso. Le pregunté un par de boberías y nos dedicamos a mirar al horizonte, el camino, los trabajos de algunos campesinos en lontananza. Creo que al cuarto día le propuse llamarla Mary. A las dos semanas le propuse matrimonio y llevé allí al reverendo Borough para que celebrase la ceremonia sin causar molestia alguna a la novia. Para los curiosos, de sus labios salió el 'sí' convenido para dar su aprobación a la unión. Fue lo último que le escuché decir. Hice construir una pequeña villa, sencillísima, a unos centenares de metros del árbol.
A su lado soy tremendamente dichoso.'
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