De las memorias
del general Tatsumo Yishida extraemos un párrafo nada más, uno pequeñito, que
aparece casi al final. Las memorias se llaman ‘Memorias’ y por eso no hemos
dicho el nombre del libro.
‘Sois todos una
mierda de tropa. Ahora os lo digo, ahora que ya hemos perdido y que hemos sido
barridos por unos inútiles que no tenían más que buenos fusiles y unas buenas
botas. ¿Cómo hemos podido caer tan bajo? ¿Cómo hemos podido ser derrotados en
una batalla que teníamos ganada por número, por posición, por valores, por ser
mejores que ellos? Sólo porque tenían mejor material. Valiente mierda. Estaba
viéndolo y no me lo creía. Veía cómo nuestras tropas, vosotros, inútiles,
basura, iban poco a poco siendo diezmados por unos petimetres que lo único que
hacían era disparar, simplemente disparar. No gritaban, no lanzaban arengas, no
se entretenían con formaciones estrafalarias, o sencillas, o discutían las
formaciones, no se paraban. Disparaban. Sois una vergüenza y yo me siento
asimismo avergonzado de ser vuestro general. Hemos sido vencidos y los pocos
que quedamos estamos condenados al exterminio. No somos nada, no valemos para
nada. Y yo el primero. Yo he sido el primero en no darme cuenta de que estas
arengas, estas mismas arengas que no valen para más que perder el tiempo, no
nos han llevado a nada más que a un desastre sin paliativos. A una derrota de
la que ya no nos recuperaremos nunca. Solo había que disparar. Solo había que
sentarse en un sitio y disparar. No nos acordamos de los rifles, de las balas,
simplemente íbamos a ganar esta batalla porque éramos más, porque llevamos más
gente en nuestras filas, porque estamos ahí. Porque sabemos hablar y arengar.
Porque tenemos generales como yo mismo que hablan muy bien y que declaman y que
ponen el rostro serio de general que arenga a las tropas antes y después de la
batalla. Ellos no tienen nada de eso. Ellos disparan. Disparan, tienen buenos
rifles, saben usarlos. Un oficial sin mayor mérito les dice: disparen, y ellos
disparan y nos van matando. Poco a poco. Mucho a mucho. Nos van matando y solo
sabemos ir arengándonos unos a otros, lanzándonos proclamas que no valen nada,
porque ellos tienen buenos rifles y disparan. Tengo la sensación profunda de
que me he estado equivocando todo el tiempo. Que he instruido mal a mis
soldados, a mi tropa. Pero mi tropa estaba contenta. El deber de un soldado es
sacrificar sin dudar a su general si este no se dedica a procurar el bien de la
causa. ¿Acaso nadie se ha dado cuenta? ¿Acaso nadie veía que todo lo que decía
era nada? No sois nada. Os condeno a ser tratados como basura toda la vida.
Toda la culpa es vuestra. Qué equivocado he estado’.
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