Tengo un tipo de vida que siento que se queda obsoleta. Vivo muy al límite, pero no porque corra muchos riesgos, más bien es que cualquier cosa que haga me parece tan difícil que todo se me complica, se me tuerce, no sale bien. El otro día fui a mirarme un equipo de música. Equipo de música de perfil bajo, algo para salir del paso, no pretendía buscar el gran equipo de música. Estaba mirando en la sección de equipos de música, en el gran centro comercial y el dependiente se acercó a preguntar si necesitaba ayuda. No, estoy mirando. El dependiente me insistió si tenía alguna preferencia. Le dije que precisamente, esos dos equipos de los más baratos, el LG y el Philips, me parecían bien. Porque la marca LG la tiene mi hermano y suena muy bien y bueno, qué decir de la marca Philips, si es la marca de escuchar música de toda la vida. El dependiente me miró y me dijo que bueno... que LG es una marca de electrodomésticos, que lo mismo te hace una nevera, que una lavadora, que un equipo de música... no es un fabricante de música y lo mismo se puede decir de la marca Philips, que hace también de todo... que las marcas buenas son... dejé de escuchar. No me interesa que me saquen los colores en público. No es que no me interese, se entenderá que no me guste. Al fin y al cabo iba solo, solo, solo, por matar el tiempo. Pero imaginen qué hubiera pasado si hubiera ido con alguien y me hubiera querido hacer el interesante... estas marcas son buenas marcas... fracaso absoluto.
Soy una persona conservadora. Las mismas marcas, la misma ropa, el mismo corte de pelo. El otro día recordábamos lo que me costó ponerme el pelo de punta, por ejemplo. Barraquerones, berrinches, disgustos, mucho pensar porqué la gente quería que yo llevase el pelo de punta si iba a estar igual de feo, pensar si lo que querían era verme más feo todavía. No quería llevar el pelo de punta. Cuando me puse el pelo de punta me lo puse tan de punta que hasta las sienes las llevaba llenas de gomina. O chato o narigudo. Pero conservador. Muy conservador. No es la imagen que proyecto, más bien como persona que hace cosas raras, pero ay, en mi fuero interno, si por mi fuera, sería un habitante eterno de un sofá que jamás, jamás, jamás me dejase ir. La misma calle, la misma ciudad, la misma gente. Me resulta curioso que gente que no conozco demasiado se interese por mi. Esta discusión ya la hemos tenido en alguna ocasión. Gente con la que no has compartido más que unos meses de relación esporádica, se convierten en amigos que se preocupan por uno, que le buscan, que le estiman. Yo como persona conservadora, una especie de Rajoy de la vida, desconfiada y terrible, lo veo todo con distancia y pienso... no te muevas demasiado, esto no es real, algo pasará.
Me gusta hacer siempre lo mismo. Levantarme a la misma hora, no levantarme nunca. Me gusta proponer siempre más o menos las mismas iniciativas. Vamos a este bar. Volvamos a este bar. Hablar de lo de siempre. Ayer encontré a unos chavales del Seimar y estuvimos hablando del Seimar. Hace tiempo que no hablábamos del Seimar. Nos inventamos nuestro propio Seimar. Un Seimar que forma personas que no valen para nada y que se sorprenden de que a uno de nosotros nos vaya bien. Trabajo los fines de semana. Eres un dios del Olimpo. Vamos a celebrarlo en el mismo bar en el que nos vemos siempre y tomémonos un algo para recordar al profe aquel, cuando pasó aquello, las mismas anécdotas, siempre.
Me gusta que me pregunten, pero no me acuerdo de lo que respondo de una vez para otra. Sé que soy una persona conservadora, que no innova, que no progresa, pero no sé en cada caso qué motivo doy para argumentar una cosa y la misma. Me gustaría tenerlo claro. Saber qué soy, pero saber porqué soy como soy siempre. No consigo encontrar la respuesta tipo.
No me gusta tomar cortados. Muy pocas veces me apetece realmente un cortado. Creo que lo pido por pedir algo, porque es pequeño y aunque esté malo como un demonio, me lo tomo. Hay cortados que son lamentables. Sales del paso.
Ayer, estábamos pegando carteles y en una plaza de Santa Rosa, vi a dos señores que estaban sentados en un tranco. Yo estaba dentro del coche. Los dos hombres, de unos cincuenta tacos o más, estaban sentados y no sé si hablaban. Uno de ellos llevaba barba. En un momento, uno de ellos se levantó y fue a apoyarse en una barandilla que estaba dos metros delante de él. Era barba de no arreglarse la barba. El otro se quedó sentado pero al cabo de un rato se levantó también. El de la barba no le hacía caso y miraba hacia delante apoyado en la barandilla. Unos segundos después ambos se fueron.
Cuando queráis paro.
Rajoy de la vida, madre mía lo que se ha dicho.
ResponderEliminarPruebe pequeños cambios para empezar, son la sal de la vida.