El dedo que amenaza con salir en la foto no ilustra nada de lo que pienso narrar. El tránsito por la calle San Joaquín presenta el interés de caminar por una calle con un principio y un final. Una calle con un sentido, que tomaremos contradirección. Aventura. Ir de punta a punta de la calle San Joaquín nos conduce a un estado en el que, acabes en el extremo que acabes de la calle, la sensación es de que quieres seguir caminando. Son frases que hasta ahora no parecen tener mucho sentido, pero poco a poco lo iremos hilvanando todo hasta llegar a donde queremos llegar: queremos volver.
Digamos que partimos de la esquina del Olimaja, que yo infiero que se debe seguir llamando Olimaja y lo que sí que estoy seguro de no acordarme es del número del Olimaja en cuestión. Avanzo y procuro no echar la vista atrás para no entretenerme con los partidos de fútbol sala improvisados y me encamino por la acera opuesta a la de la panadería antigua de la Juanita hacia el extremo que termina en el otro barrio. La panadería de la Juanita ya no existe, el otro día hablábamos con no sé quién del pan de la Juanita, que ahora ya solo despacha en la avenida y no es la Juanita. Ahí ya no hay nada, no voy a hablar de recuerdos, voy a intentar remtirme a lo que hay, si lo recuerdo. Avanzando hay algunos establecimientos que están de siempre, otros que lo parecen y algunos que no sabes si están o no, porque a duras penas me fijo en las cosas. Me voy a cambiar de acera. El peluquero creo que sigue abierto. Antes era joven, ahora no sé se habrá hecho mayor. Si yo soy más mayor, él también. A su lado está el bar Estrella, voy a evitar contar que ese bar hace tiempo lo llevaba alguien que era amigo de mi tito Basilio, por no entretenerles demasiado. Si sigo avanzando hay un bar que antes era el bar... se me ha ido el nombre. Qué pena. Después de ser ese bar cuyo nombre he olvidado, se convirtió en un local donde hacían bocatas tangerinos, los mossos lo cerraron y pasó a ser un bar con nombre relativo a Guayaquil y creo que sigue así, si es que no está cerrado. Un poco más allá, han abierto una curiosa tienda de tecnología. Curioso, porque en la esquina opuesta al Olimaja, en tiempos, hubo una tienda de informática y ahora vuelve a haber un local que nos relaciona con Silicon Valley. Ayer pasé por la puerta y tenían unos auriculares Philips a cuatro euros. Incluso volví para comprobar que eran Philips. No he entrado dentro de la tienda. Si sigo avanzando paso por delante de la asociación de pajareros y de su eterna clientela ocupando la acera comentando asuntos varios para pasar por la puerta de la frutería que se llama...
Este texto debería tener un sentido memorialístico, una especie de fotografía de un espacio concreto, y se va a quedar en un borroso divagar por esto y aquello. Sigamos.
Las casitas bajas y en frente, un poco antes, enfrente de mi casa, el gimnasio. No hay más preguntas. Casitas bajas y en la otra acera el bar del Abuelo, también con gente fuera y banderas del Real Madrid que lo decoran. Al de los pajareros aún he entrado a tomarme un cortado alguna vez. Al del Abuelo, todo y que es un histórico del lugar, no. Casi me ocurre lo mismo con el bar Onubense, que ya no tiene al histórico (dos históricos ya) dueño de las gafas y conserva el retrato de Camarón colgado (porque Camarón ya saben que fue convecino circunstancial). Si está el Serra le saludo, si no está el Serra ni me fijo. Creo que dos veces he estado en ese bar.
Más veces he estado en el que ahora se llama El Torrenillo, justo al lado de la casa del Merchán, porque tuvo futbolín, igual que otro bar ya en ese mismo tramo de la calle, pero más al final que ya no existe y que está al lado de la carpintería, o tapicería, o como sea. Cuántas veces habré pasado por esta calle y no me queda claro nunca qué y cómo. El colegio Fray Luis, con padres y madres en la puerta y ya prácticamente pisos y pisos hasta llegar al chaflán del Orozco, uno de los puntos más fríos de la Península, y más nada. Sí, pisos, sí, una carpintería metálica, sí un establecimiento de servicio perenne, sí, la puerta de las aguas y pocos sitios para resguardarte de la lluvia cuando llueve hasta llegar al otro chaflán. Del Alameda al Tetris, antes conocido como el Pitote, ni un bar. El portón de las aguas, el taller del Manolo... si estás más de cinco minutos parado en esa zona de influencia, raro es que no te encuentres con Homobono. Antes... no hemos venido a recordar, pero antes ahí yo me pinchaba y lloraba como una rata.
Mira, ya era una rata antes.
El Pitote, ahora Tetris, con pantalla fuera, y el Desitjos, tienda de cosas varias. No me he fijado si siguen teniendo la lámpara y lámparas de lava que hace años nos distraían tanto cuando volvíamos a casa de alguna incursión por la Pompeu. Volvamos. La Joymar y antes el Goya. En casi ningún bar de estos he entrado. Más en el Tetris, que a veces nos ha puesto un partido del Athletic. Nada. En este siguiente tramo hay muchos balcones y se agradecen cuando llueve. Antes había muchos establecimientos, ahora no tantos. Frutería, el taller del otro chico al que he llevado el coche cuando yo tenía coche, otro establecimiento de horario estable y el shawarma al que juro no volver y que de vez en cuando me sigue... no sé cómo acabar la frase.
Semáforo.
Puede que las chicas del estanco del chaflán estén fumando fuera.
El Rey en la otra esquina, saludo. Si saludo en esa dirección es que vuelvo. Paso de largo. No entro. Voy conociendo cada vez menos a la clientela. Sigo. La clínica dental, el otro bar. Ahora no recuerdo tampoco cómo se llama. El bar, los de enfrente del bar. Gente fuera del bar. Estar fuera del bar te hace vivir más intensamente la experiencia del bar. Debe ser eso. Sal a fumar. Yo no fumo. Sal igual.
Una bodega, una experiencia novedosa en el barrio o no tanto, porque bodegas creo que ya hubo antes. Una bodega con un señor que ya es mayor y que podría ser del barrio de toda la vida, pero no lo es. Da igual, porque ya lo ha adoptado un colectivo muy concreto. Y otro nuevo tramo de la calle.
Estamos a punto de tocar la pared.
Aquí hay otro establecimiento de horario estable y frente a él, casi, el bar del Peque. ¿Sigue abierto el bar del Peque? El Birras y Burguers, antiguo Victor's, es más de la calle del cole, ahora conocida como la calle del Teatre. No hay mucho más que rascar. Antes estaba la papelería... no recuerdo el nombre. Y ya llegamos al final. Una empresa de reformas, que antes estaba en el tramo de los portones y una persiana bajada de un bar al que sí que nunca entré.
Calle pequeñita con persiana del Condis y si tiras a un lado vas al Tuppersex y si tiras al otro a la plaza Baró, que ahora se llama José Berruezo, y me equivoco seguro.
Tocas la persiana y vuelves a empezar.
En el chaflán hay una casa baja que no debe ser muy profunda pero que...
No les quiero aburrir más.
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