sábado, 17 de septiembre de 2016

Aurora

Los días pasan y la vida se compone de momentos. Momentos que se unen y que conforman un todo. Y ese todo es el vivir. Y así podría estar horas. Si te tuviera delante, podría estar soltando polladas como esta de manera constante. Sin parar. Si te tuviera delante, podría decirte un millón de cosas que ya has oído, historias que ya te han contado, podría rellenar el tiempo de una manera perfecta. Si estuvieras ante mí, o si yo estuviera a tu lado, podría empezar a hablar de la vida y no pararía. Podría inventarme un mundo mejor, o un mundo peor, o criticar este mundo mismo. Podría empezar a hablar y a hablar y no habría manera de callarme. Si estuvieras delante de mí ahora mismo, intentaría crear un momento que no tuviera explicación posible para que pensaras en él al menos hasta que te volviera a tener delante otra vez. Si estuvieras en un plano en el que pudiéramos establecer un diálogo, muy posiblemente intentaría hablar yo mucho, contar algo que captara tu atención de una manera definitiva. Completa. Y si pudiera, si yo pudiera hacerlo, crearía un fenómeno atmosférico, algo realmente espectacular, algo que te impresionara de verdad, para no tener que volver a pensar en tenerte delante, o al lado, porque entonces, después de tan fascinante situación, tú ya no volverías a no estar y pensarías, debe ser este joven alguien parecido a Dios o algo así, porque lo que acaba de hacer es tan prodigioso que quizás no sería una idea tan descabellada la de pasar el resto de lo que me quede de vida pendiente de lo que pueda suceder en torno a él. Y yo pensaría algo parecido respecto a ti, porque ese fenónemo tan monumental, tan tremendo, tan terrible, no sería más que una pálida maniobra de llamada de atención, una mierda de emulación de algo que tú ya has conseguido. Si yo te tuviera ahora delante, con esa cara que es lo más reluciente y bello que cualquier ser humano haya podido contemplar jamás. Y digo ser humano y pienso, un momento, pienso que quizás esté siendo demasiado restrictivo a la hora de hacer este pensamiento. Seres humanos, entes sobrenaturales. Estoy intentando decir que, en realidad, lo que pasa es que no somos personas, que no podemos ser personas cuando yo estoy pensando en crear un fenómeno natural, una conjunción de variaciones del tiempo y del clima y de la formación de nubes y de la radiación del sol y todo eso que no sé ni de lo que estoy hablando solamente por que quisiera crear algo que se pareciera a la sensación me produce pensar en tu cara, la cara más bonita y reluciente que yo he visto nunca. Me estoy tomando un café con leche y una tostada. No me gusta ponerle tomate a las tostadas, pero en Villastanza te ponen el tomate y parece que da apuro no embadurnar la tostada con el tomate por encima. Y lo hago. Mi prima Aurora se ha pedido un zumo de naranja y un bocadillito de queso. Ella no ha pedido un bocadillito de queso, le ha llamado de otra manera diferente. Mientras estaba untando o embadurnando el tomate por encima del pan, me ha venido a la cabeza una forma, un algo que se intuía mirando la molla del pan que queda cuando parece que se ha tostado y no, y el color rojo del tomate encima del pan y me ha dado por pensar en tu cara otra vez. Y en las cosas que me dijiste en aquel pequeño prado mientras en el cielo todo se llenaba de colores. Y me he preguntado si todavía me quedaba algo de verde en los pulmones. No. No me queda nada, porque ahora lo que tengo es rojo. Rojo de tomate. Este bar es muy aburrido, pero a mi prima Aurora es el que más le gusta del pueblo. Le he preguntado a mi prima si hay alemanes en Villastanza, colonos o alguna cosa así, porque... no me he atrevido a contarle más, pero no ha hecho falta. Sin cortarse un pelo ha empezado a recitarme un poema en alemán. 'Meiner zeit, deiner zeit, unser zeit... zeit'. Igual no era un poema. Por un momento me he quedado mirando a mi prima Aurora y algo, un destello, un giro, un reflejo...
He vuelto a mi casa y mi madre estaba sentada en una silla en el patio. Me ha dicho que tenía la cara roja. Que a veces, la gente que pasa la noche fuera coge tanto color como la gente que toma el sol en la playa. Le he dicho que igual era del tomate.

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