viernes, 10 de febrero de 2017
En movimiento
Volar, viajar. Hoy estás aquí y mañana estar allí. Un tren sale de Barcelona a una velocidad constante de 80 kilómetros por hora y a la misma hora sale un tren de Madrid a 100 kilómetros por hora. En ese tren hay dos personas. Hemos dicho que hay un tren que sale de Barcelona únicamente para pasar el foco de atención de un sitio al otro. Como cuando el Antoñito contaba aquello del balón. Desde que no me lees, no sé si repito las cosas o no. Creo que escribo bastante peor, con menos gracia. Esforzándome mucho menos. El Antoñito contaba que en un partido él era capaz de poner la pelota de aquí hacia allí. Se señalaba el pie, con la mano abierta como para que le cupiera el balón de fútbol sala y lo dirigía hacia el infinito. Estoy convencido de que he contado esto antes y aquí. Seguro. El otro día volví a acordarme de aquello, y de un combate de boxeo a las dos de la mañana. El tren de Madrid transporta a dos personas. Un poco como el tren aquel que llevaba a Lenin hacia Rusia, atravesando Alemania, sin parar, sin comunicarse con nadie. Esas dos personas llevan encima muchas carpetas con papeles y van repasando el contenido de las mismas, pensando que el mañana les espera, que el futuro es suyo, que hay un por delante amplio y extenso. Hay un camino que ha transitado la humanidad durante siglos y siglos, pero que esos niñatos de la ciudad consideran que es impracticable. Una auténtica vergüenza. En esas carpetas se encuentra la solución, cómo deshacer el entuerto. Ninguno de los dos sabe que ese tren va a estrellarse con el otro tren que viene de Barcelona. Ese tren es peor que el otro tren, porque en ese tren no viene nadie. Es un tren que ha salido antes por orden de alguien que todos conocemos para que se estrelle contra el tren que viene de Madrid. Uno de los que viaja en el tren de Madrid soy yo. Ya os figuraréis cómo termina la historia. Yo me salvo y me caso con la chica. La otra persona que viene conmigo muere espantosamente. Ambos estamos comentando cómo resolver el problema del camino intransitable. Del camino estrecho y bacheado que ha sido la pista por la que han corrido millones de personas y que ahora necesita adecuarse a los nuevos tiempos que demandan esas personas que vienen de Pollolandia y que claman al cielo porque no pueden vivir así, en esas condiciones. No llegamos a ningún acuerdo, porque el tren, a la altura de los Monegros, pasado Zaragoza, se estrella. Zaragoza. Faragofa. Es justo cuando le estoy contando a la otra persona que Matías Prats padre, que era cordobés, no podía decir Zaragoza porque le salía Saragosa y tenía que decir Faragofa y nadie se daba cuenta. No he dicho que eso pasaba durante las retransmisiones radiofónicas. Ahí nos estrellamos. Dicen que cuando te salvas, cambias. Como esa gente que se encuentra con Jesús. He puesto cosas del Barça por la casa. El Antoñito lo tenía todo forrado del Real Madrid. Desde que no te lees esto, da igual un poco todo.
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