Intentar hacer un análisis o una reflexión sobre cómo las músicas, populares, comerciales, etc., han trabajado para transformar el orden establecido y de cómo el mismo orden se ha servido de ellas para difundir una idea determinada o varias de ellas, parece una tarea inabarcable. Pero, porqué no intentarlo. Esto es lo que parece haber intentado llevar a cabo Valentín Ladrero en el volumen llamado Músicas contra el Poder. Canción popular y política en el siglo XX.
Un repaso que analiza cómo diversos colectivos se han servido de la música para difundir ideas, para combatir mediante canciones, estilismos, modas... que comienzan desde la música afroamericana, pasando por...
Por ir un poco a lo que me interesa. El libro está muy bien, si quieren es un libro un tanto superficial ya que tiene que tratar mucho estilos, muchas épocas, muchas trayectorias de artistas de aquí y de allá en un solo volumen, y eso no deja mucho margen a la profundidad. Pero no pasa nada. Desde el blues, al jazz, al flamenco, al hillbillie, al rock, al rock urbano, la música jamaicana, músicas brasileñas, francesas, sudamericanas... todo. Pero todo todo. Quizás se deja el Extremo Oriente, Rusia, Escandinavia... en fin.
La música. La música que te hace pensar. Música que subvierte las normas. Que no retrata un mundo feliz en el que todo va bien, música que señala los males de un sistema o de todos los sistemas. Músicas que rompen. Músicas que no se cantan para que todos estemos... o sí. No sé.
Es que se me va la cabeza a otras cosas y a otros temas. Músicas que van contra el orden. Pero qué orden. Claro. Habrá quien piense que cantar Insurrección de El Último de la Fila, ya puntúa como acto de insubordinación. O quizás lo sea cantar canciones de La Polla Records. O bailar canciones de la Pegatina. Yo, por ejemplo, creo que ponerme a chillar El amor es un sentimiento vestido con una camiseta de tirantes, o un camisón, es algo rompedor. Pero muy posiblemente me equivoque. Porque puedo estar equivocado.
Porque da igual quien cante una canción de Kortatu, si llevamos camisetas de Rage Against the Machine, o si somos fans de Bob Dylan pensando que Bob Dylan es... en realidad no sé. En realidad hablar sobre música y sobre si la música remueve conciencias... es bastante... bastantes puntos suspensivos.
Músicas que a mí me parecen políticas, cómo, por ejemplo Caetano Veloso, Os Mutantes o Tom Zé, rompen con muchas cosas de la música y del mensaje y de cómo presentar algo diferente... y sin embargo en el libro se tocan de manera tangencial. Es más importante el tránsito del soul al funk, por ejemplo. Por la difusión debe ser.
No sé. El libro me ha gustado, algunas partes más que otras, pero creo que todas tienen su qué, todas sirven para entender que la música dice cosas (la música dice cosas, matarme). Que las vidas de los músicos, muchas veces dicen más cosas que las cosas que cantan. Que la vida de Fela Kuti, de Violeta Parra, del mismo Bob Dylan, dicen más cosas a veces que las mismas canciones que recordamos.
También, el libro, como muchos libros, como un viaje en el metro, como un pleno municipal, como una acto feminista, como una colecta benéfica, como una calle cortada, nos dice que el poder no descansa. Que lo que hagas pensando que está moviendo el mundo, finalmente puede ser que lo apuntale nada más. Que hoy te crees que estás siendo un revolucionario y mañana eres nada más que un técnico de algo.
Que hablar de música es muy difícil. Que intentar hacer la revolución hablando de mestizaje y de sonidos globales, es muy difícil. Que intentar hacer la revolución en una rave, es muy difícil. Que intentar hacer la revolución adaptando a Góngora, es muy difícil.
Que no hablan de Tracey Chapman en todo el libro.
Que de lo más grande es leer la anécdota de Enrique Morente cantando canciones de vírgenes y santos en una fiesta de una asociación de vecinos lleno de gente esperando arengas políticas. Que eso es romper. Y lo otro también.
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