Tú que me dijiste que escribí sobre la lluvia y ver llover y que estaba lloviendo, justo cuando estaba lloviendo y nos refugiábamos debajo del chiringuito, hoy que también ha llovido, me acuerdo de ti. La verdad es que las dos primeras líneas de este texto son una licencia poética en la que todo es mentira. Solo sirven para introducir una reflexión sobre la edad y el movimiento. Y quizás no es todo tan poético, que es más real de lo que parece, aunque me parezca fantástico (no como estupendo, si no como irreal), que alguien se plante delante de mí y me hable de la lluvia y de un artículo y me de un bocadillo que sobra y me reparta tarta que he de coger con los dedos. Y yo no sé si haría nada de lo que he descrito.
He ido dos días a las Fiestas Alternativas, las FMA, allí al final de Víctor Hugo. Y me reafirmo en lo que dije cuando lo dije, que recuerdo haberlo dicho, soy mayor para esto y la juventud pasa, y a todos nos pasará. Y la juventud, ahora, viene cantando por la calle abajo, con voz de muchos, algo relacionado con un equipo de fútbol o quizás con otro tipo de movimiento de masas, que será menor que el fútbol porque nada es como el fútbol. O como fue el fútbol antes. Antes.
Yo antes era como vosotros pero no gritaba consignas, porque soy vergonzoso y gritar con mucha más gente me incomoda. Mejor grito yo solo. Voz de muchos. Jóvenes preguntando dónde está la fiesta, dónde se va a hacer la próxima rave, a qué hora cierra todo. La juventud no quiere morir, pero la juventud se muere, porque su destino es ese, morir.
Morir y olvidar el dancehall, morir y olvidar los pantalones ajustados, o muy anchos, y la superposición de ropa en infinitas capas que no sabrías nunca cómo hacerlo para... y olvidar bailar a saltos, olvidar pasar entre la gente como si Atila fuera de la Cruz Roja, y olvidar que tuviste pelo para hacerte cosas en el pelo y que no tuviste pelo y te afeitaste la cabeza y pusiste un complemento. Y bailar, y bailar, y bailar.
Y estar muerto es estar quieto ante un árbol, con una cerveza en la mano, con una ropa que delata tu edad, que tú crees que no es la misma que reza en tu dni y que es la que es, porque esa gente es joven y tú no. Y sabes que allí hay gente que es de tu edad también pero ellos se lo pasan bien. Y tú no. Y se te nota. Y cuánto más se nota más pasa la gente a tu lado haciendo notar que ellos están vivos y tú estás muerto, pareces algo peor. Pareces un secreta, pareces un mosso (aunque un mosso ahora sea bien), allí parado con una cerveza en la mano, mirando a la gente, mirando a la juventud pasárselo bien, mirando al que pincha los discos con una camiseta o una toalla, haciendo movimientos calcados a, y los hace bien, y otro a su lado los filma y es una música que no te disgusta pero que no sabes ya bailar.
Hace tiempo que eres viejo, que eres mayor. Que ni siquiera dejándote el pelo corto de arriba y chollicas atrás puedes salvar los muebles. Que ya no estás en ese mundo. Que otros son capaces de estar y de permanecer en esa historia. Una historia para la gente joven que sabe que morir es no vivir luchando. Ponen la canción un día y se te graba a fuego. En la vida has escuchado muchas canciones de combate, de lucha, de acción. Con algunas has jurado ir hasta el fin del mundo.
Escuchas en el coche de un compañero un disco entero de Txarango y no entiendes nada. Ni la lírica, ni la métrica, ni a qué viene nada de todo eso, no sabes qué pasa, qué es. Que dicen. Porqué. Porqué después de un trozo de reggae viene un trozo de ska e inmediatamente uno de rock. Porqué. Sigue todo igual. Porqué no cambia. Porque te aburres tanto.
Porqué luego ves el vídeo de la furgoneta y no entiendes de qué va todo eso. Ese uniformismo en el que los jóvenes parecen ya gastados y los viejos parecen eternamente jóvenes con chanclas. Y cada vez eres más viejo y estás más muerto.
Y no quieres nada más que ir a pedir otra cerveza. Y empieza a llover. Y te das cuenta de ese cable pelado y quieres sacar una foto y la sacas. Pero la sacas mal porque está de Dios que nadie rompa el maleficio. Y te dan un trozo de pastel y lo tienes que coger con los dedos y estás haciendo el ridículo, más, delante de todo el mundo.
Este año viene a aburrirse en las Fiestas Alternativas... yo. Efectivamente. Pero no por que sean aburridas, sino porque me queda lejos. Me queda lejos la juventud y la idea de combatir dando saltos. Y no quiero que nadie se enfade. Y escribo para que nadie se enfade.
Y cuando pasa eso es que estás muerto.
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