Un tren sale de una estación sin concretar a una hora concreta. Lo anuncia el propio tren con unos altavoces que tiene que anuncian que sale a una hora para llegar a otro sitio a una hora que se prevé, si no ahora, será en breve. Mucha gente acude a la estación de tren a decirle al tren que vaya ideas, que a quién se le ocurre salir hacia no se sabe dónde, hacia una parte, que cómo puede ser eso de que un tren decida que sale a una hora y que no sale a la hora que está convenida, a la hora que todo el mundo sabe que se tiene que salir. El tren contesta que va a salir y que le da igual y anuncia a todo dar que se va, que se está yendo. Y anima a todos los trenes del mundo a que sigan su ejemplo. Otros, en un trance diferente, aparecen en la vía del tren para animar al tren para que se vaya, que tire hacia delante, que no afloje, que siga por la vía que el tren se ha marcado y que no haga caso. Que todo tiene un principio y tiene un final y si no es una cosa será otra, pero que adelante. Los del otro lado de la vía siguen criticando que el tren se vaya, que el tren parta, que el tren tenga que irse, que el tren siga su camino. Y no ven bien ni el color del tren, ni las paradas anunciadas, ni las conexiones, ni la mercancía, ni el coste del pasaje, ni la máquina, ni los modelos de los vagones, no ven nada bien. Y el tren anuncia que va a salir el tren y que todo está a punto para salir. Que el tren se va.
Y unos y otros van diciendo lo que tiene que hacer el tren. Y el tren con más decisión y más fuerza dice que va a salir el tren. Y el tren, sí, efectivamente dice que va a salir el tren, pero el tren no se va. El tren no se está yendo. Y lo tiene todo muy claro y muy decidido. El tren va a salir, el tren se está yendo. Llegan otros trenes, llegan mercancías, llegan viajeros, llegan y se van diversos trenes. Los trenes van pasando y el tren se sigue quedando allí, pero anuncia que el tren va a salir.
Un tren sale de una estación sin concretar una hora. Con la firme decisión de salir y de llegar. A cualquier sitio, porque para eso es un tren. Porque para eso ha sido pensado como tren y no como otra cosa. Un tren autónomo que puede hacer lo que quiera. Hasta que quizás el tren deja de pensar que la vía es la correcta. Que la vía es la buena. Que la vía es la definitiva. Que quizás no haya vía.
Un tren no sale a ninguna hora de ninguna estación si el tren no quiere salir. Y finalmente han ganado los que piensan que el tren, donde mejor está, es en su puñetera casa sin salir o saliendo hacia ninguna parte. O saliendo para donde quiera el jefe de estación.
El caso es que el tren había hecho pensar que era un tren. Y no era un tren. Y ahora a ver cómo nos creemos a más trenes que digan que van a salir a tal hora de tal sitio. A una velocidad constante.
Ahora volverá a ser un tren de aquellos. El típico tren. Y pensábamos que iba a ser un tren.
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