Hay películas que son entretenidas, otras que te hacen reír, algunas te hacen pensar, otras te dan miedo, algunas de aburren, otras te intrigan, unas te molestan, otras que son muy buenas. Déjame salir, película de Jordan Peele del año pasado, 2017, es un peliculón que te intriga, te molesta, te da miedo y te hace pensar. Es un peliculón.
Una pareja. Él es Chris, un fotógrafo. Ella es Rose. Él es negro. Ella es blanca. Tienen que ir a ver a los padres de ella. Como en esa película de Spencer Tracy, Katherin Hepburn y Spencer Tracy, Adivina quién viene a cenar esta noche. Él le pregunta a ella si sus padres saben que él es... y qué van a pensar. Ella le quita los miedos, le dice que no pasa nada, que sus padres son liberales, que su padre hubiera votado a Obama una tercera vez. Bueno. Van. Por el camino, mientras viajan en coche, atropellan a un animal. Luego sabremos que él perdió a su madre atropellada por un coche. Bien. Llegan a la casa, los padres parecen un encanto aunque el padre no cae bien. La madre cae bien y más, porque ella es Catherine Keener y por mucho que pasen los años, no hay palabras. Bueno. El hermano parece un poco gilipollas. Bueno. Tienen un chico que trabaja en el jardín que parece un poco no sé. Es negro. Y una sirvienta que parece no sé. Es negra. Raros. Y hasta aquí.
Vaya peliculón y vaya mensaje. El mensaje. Los negros. Los blancos. Una sociedad que se aprovecha de los negros. Una sociedad que saca todo lo que puede de los negros. De una manera muy basta en la película, de una manera mucho más basta en la vida real. Los negros, su cultura, su música, su fuerza, su talento, su creatividad, su imagen, sus ideas, su ingenio, su todo. Todo lo de los negros mola. Todo lo de los negros está bien. Todo lo de los negros es mejor. Pero hay un problema.
Los negros.
Un mundo en el que nos movemos en torno a cosas que han creado otros, pero del que nos aprovechamos los demás. Los blancos. Sobre todo los blancos ricos. Un mundo al que le gustan las cosas de los negros, cómo bailan, cómo cantan, cómo componen, cómo se mueven, cómo corren, cómo follan, cómo se ríen, cómo compiten, cómo corren, cómo... todo es mejor. Sólo hay un asuntillo que falla. Los propios negros. Si no estuvieran los negros sería mejor. O si estuvieran de otra manera. Si hubiera alguna manera de que no estuvieran, pero que estén, son necesarios, porque alguien tiene que hacer todas esas cosas que nosotros no somos capaces de hacer, de inventar, de cantar. Siempre se aprovecha alguien de tu trabajo, de tu esfuerzo, de tu creatividad, de tu fuerza, eres genial, eres muy bueno, pero es mejor que no estés tú.
La película creo que va de eso. Igual es simplemente una película de terror. De la típica casa donde pasan cosas espantosas. Pero ya sabemos que todo acaba teniendo siempre un significado oculto. Y ese significado es que somos un poco negros todos. O bien, nos aprovechamos todos de otros negros. El sistema. El capitalismo. Nos aprovechamos del talento, la fuerza, las ganas, el empuje de otros. Vivimos de otros. Les chupamos la energía, la sangre, y queremos que no estén. Que sean como nosotros queremos. Creo que después de repetir la idea cuatro o cinco veces, puede que haya quedado clara.
Ahí lo dejo. Peliculón.
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