¿No notan que el aire es más puro hoy? ¿No notan que la vida parece más ligera? ¿No notan que el sol es más luminoso? ¿No notan que por fin parece que se disipan las nubes y que todo comienza a refulgir como debiera? ¿No lo notan? ¿No notan la llegada de un nuevo tiempo de esperanza y gloria? ¿No notan que el trino del pájaro suena más claro y que las flores parecen brotar con más fuerza? Efectivamente. Me he terminado el libro. 1688. La Primera Revolución Moderna. Steve Pincus. 845 páginas más unas 300 de notas que no he considerado pertinentes leer. 845 páginas. 1688.
Soy una persona que considera que las bibliotecas no son solo lugares donde uno está fresquito, en silencio, con wifi gratis, sino que son lo que pretenden, es decir, espacios donde se acumula sabiduría. A veces esa sabiduría se encierra en los libros más evidentes, otras veces en volúmenes que parecen vetados para el entendimiento del gran público o bien continentes de saberes ignorados durante tiempo. Un día, hace meses, pasé por la biblioteca del Fondo, buscando algún libro, algo ligero, estaba cansado de leer tratados sobre revolución rusa, ensayos, etc., quería, al fin, algo ligero, algo cómodo, algo manejable. Encontré un libro de Zweig y con la satisfacción del deber cumplido me dirigí hacia las estanterías de los libros de Historia, quizás buscando algo de Veiga de nuevo, no sé. Y lo vi. Y me llamó la atención, un volumen tan grueso para un acontecimiento del que no sé nada. 1688, la primera revolución moderna.
Revolución. Hemos vivido en estos meses, quizás en los últimos años, en un estado de agitación política en el que la palabra revolución se encontraba en boca de todos. Casi todos. Una revolución. La revolución de las sonrisas. La revolució dels somriures. La ruptura, el rompimiento del sistema, al fin el régimen del 78 se tambalea y gracias al empuje del pueblo empoderado, todo avanza hacia la constitución de una República que será, ahora sí, encuentro de personas que trabajen por la justicia social y la dignidad. Una revolución democrática. Una revolución. ¿Qué es una revolución? ¿Sabemos realmente qué es una revolución? ¿Qué implica? ¿Qué te juegas en una revolución y qué surge cuando una revolución triunfa? ¿Una revolución es asaltar el palacio de Invierno o dura algo más de tiempo? Durante todos estos meses me he hartado de discutir sobre si esto era o no era una revolución. Una revolución que implantase un sistema nuevo, otro sistema. Una revolución o una contrarrevolución. No se ha llegado a dar la revolución cuando la contrarrevolución ya se ha formado. Realmente, ¿cuál era la revolución aquí? ¿La que cada 11 de septiembre congrega a miles y miles y miles de personas reclamando un país nuevo o la que rodeó el Parlament para señalar a los representantes políticos como culpables de una situación de crisis que era más bien una estafa? ¿Ninguna de las dos? Posiblemente ninguna de las dos.
Y de esto va el libro. De la revolución. De lo que es una revolución y de lo que se cuenta luego de la revolución. De porqué surge una revolución y porqué con el paso del tiempo esa revolución se cuenta de tal manera que deja de serlo y se convierte en una anécdota dirigida a no ser una revolución sino un reajuste.
Porque el libro tiene como objetivo principal reivindicar este hecho ocurrido en la Inglaterra del siglo XVII, como una revolución en toda regla y en todos los órdenes. Y cómo esa revolución fue luego borrada y reescrita para contarse como un acto de reafirmación y continuidad de lo que 'es y tiene que ser', cuando realmente no fue así. Una revolución que cambió una sociedad que ya no era la misma que en el resto de países de Europa y cuyo Estado necesitaba readaptarse.
Una revolució que surge a raíz de un proceso de modernización. Un Estado que necesita ponerse al día, y escoge un modelo de modernización, que se enfrenta a otro modelo de modernización por parte de un grupo de la sociedad. No es simplemente un grupo caduco y casposo contra otro moderno y transformador. Los dos son transformadores y los dos se enfrentan.
Y no. Y no se cuenta así porque eso significaría legitimar los procesos revolucionarios como válidos. Porque entonces podríamos hacer una línea de continuidad entre esa revolución y la francesa, la americana, la rusa... y no. No puede ser. Los británicos no hacen revoluciones. De manera aristocrática y civilizada, cambian sus gobiernos sin necesidad de revoluciones. Y sí se escribe la historia.
De tal manera que en el 300 aniversario de una revolución que echó a un rey y cambió la sociedad británica para siempre, ni siquiera se festejó, ni siquiera se hicieron actos de conmemoración. La revolución tapada, porque fue una revolución.
Y por eso a veces nos cuentan que vivimos en revoluciones que no son y otras veces nos dicen que las revoluciones no fueron. Porque siempre estamos en manos de quien no debemos.
Y el libro es un esfuerzo ingente, titánico, de datos, testimonios, de personas, pensadores, comerciantes, políticos, reyes, que hablan en primera persona de lo que ven. Y a veces es increíblemente farragoso. Y otras increíblemente adictivo.
Y aprendes.
Y si tuvieras que hacer una revolución no sabrías cómo. Pero sabrías que tan importante es hacerla como saber contarla.
Y el sol está brillando con una fuerza que no conocía desde hace meses. Y la gente parece diferente, con otra cara. Y la manzanilla en el bar me hace bien. Y todo parece mejor.
Y es que me he acabado el libro. Y ahora qué. Qué hacer.
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