(Podría escribir algo diferente, seguro, ahora solo me sale esto)
Uno no sabe cómo puede empezar a leer un libro de alguien que no le cayó simpático en su tiempo, pero lo hace. Porque empieza a leer y ya no puede parar. Aunque el personaje, el autor, le siga cayendo de aquella manera. Jorge Semprún fue ministro de Cultura con el gobierno del PSOE, aunque no fue militante del PSOE. El libro en cuestión, si te interesa la movida no puedes dejar de leer, y luego saca tus propias conclusiones.
Semprún nos cuenta su vida. Su vida como militante del PCE, como parte de la dirección del PCE, hasta que en 1964 es expulsado del partido junto con Fernando Claudín. Ambos terminarían vinculados de alguna manera al PSOE, orgánicamente o no. Pero eso llegaría más tarde. Después de escribir este libro, que es del año 1976.
El libro es una sucesión de recuerdos, novelados si se quiere, del proceso que lleva a Semprún a diverger de la política del PCE, concretamente de la línea política de Santiago Carrillo, que acaba llevando a su expulsión y a dedicarse a la literatura. Pasionaria va a pedir la palabra en un plenario del Ejecutivo del PCE reunido en Praga.
Semprún lo hace muy bien. Nos lleva por el camino que le interesa. Retrata a una militancia que se mueve entre la fe religiosa, el voluntarismo, el optimismo, la represión externa e interna, los discursos inflamados, los 'como ha dicho el compañero, estoy de acuerdo', los giros al calor del momento, el apuntarse el tanto a toro pasado, el no reconocer errores, el olvidar a los compañeros y camaradas de los que hace falta olvidarse, de recordar lo que nos interesa, de saltarse los principios básicos diseñados por el mismísimo Lenin a conveniencia, de inventarse citas de Lenin, de ser estalinista convencido, de escribir poemas a Stalin, de escribir poemas al partido, de creer en el partido, de creer en el líder del partido, de cómo uno siendo comunista acaba convirtiéndose en extraño en el partido comunista, del origen de clase, de los diagnósticos, de la realidad, de la represión, de la clandestinidad, de los compañeros en la cárcel, de lo inútil del martirologio de la cárcel, de la cárcel, de los campos de concentración, de lo que significa que te expulsen del partido de tu vida.
Que te expulsen del partido que es tu vida.
Ese rencor. Ese resquemor. Ese aconsejar a los jóvenes revolucionarios que no se afilien al partido comunista porque no es revolucionario. Ese diagnóstico del 1976 que es el diagnóstico de lo que pasó y de lo que no se quiso aceptar. Ese diagnóstico que ya viene del 64 y que no se quiso aceptar. Esa ausencia de realidad. Y ese frenazo a la realidad.
El diagnóstico. La realidad es la que es. Las masas no están a punto de estallar. El sistema no se cae. El franquismo no se tambalea. El capitalismo no está perdiendo. A lo que vamos es a una sustitución y reformulación de las formas de poder. El capitalismo avanza. La sociedad se beneficia (a veces) de ello. Eso es en 1964. El PCE, Santiago Carrillo, en ese momento, no puede aceptar eso. Su idea es otra. Esto está a punto. Desde 1939. Quedan meses, años, semanas, poco. Se ve. Se cae. Y no se cae. Y quién le pone el cascabel al gato. El futuro no va a ser nuestro.
Y ese retrato descarnado de los camaradas, de los militantes abnegados, capaces de llorar porque les recuerdas algo doloroso, que les toca, por lo que han sido purgados, apartados, pero acto seguido capaces de situarse de nuevo con quien manda, con quien dirige, porque contra el que dirige, que es el partido mismo encarnado, no se puede ir. A toque de pito. No tendrá razón, pero es el partido el que habla. Es él. Y los militantes antiguos, los militares como Líster, los políticos imprudentes como Grimau que acaban ejecutados por los franquistas, los que aparecen recurrentemente como Simón Sánchez Montero (que al cabo de los años añísimos también acabaría cerca del PSOE) que siempre están ahí, aunque estén en la cárcel, las figuras totémicas como Pasionaria, y el archienemigo máximo: Santiago Carrillo (que también acabaría... etc.).
El libro retrata las diferencias irreconciliables, los errores de diagnóstico, el oportunismo, el pragmatismo y el desengaño. Y el rencor.
Y algo más.
He leído durante todo este tiempo, o lo he intentado, algo más de la vida de Jorge Semprún. Sus orígenes familiares, sus hermanos, su vida, sus enfrentamientos con unos y con otros, su papel como literato, como intelectual, como francés, como español. Y el hecho de haber sido militante del PCE y expulsado del PCE es como el elemento que lo rige todo. El mojón.
Como cuando Paul Mccartney hace la canción 'Carry that weight' con The Beatles en el Abbey Road. Vas a llevar esa carga durante mucho tiempo. Durante toda la vida. Ser ex comunista. No sé si en el libro se refiere a él mismo como ex comunista alguna vez. Creo que no. No tiene que ver ser comunista con ser militante del PCE.
Pero no habla de otra cosa. Creo que sus libros, sus ensayos, sus novelas, finalmente, son dar vuelta sobre esa experiencia. Más que los campos, más que lo que viene después.
Jorge Semprún trufa su libro con sus encuentros con gente importante, con artistas, con literatos, con directores de cine. Es un intelectual. Y será ministro de Cultura. Y cuando he leído más sobre él, la biografía que nos sonará de tantos que han acabado en el PSOE como válvula de escape, como casa de acogida, como lugar en el que medrar. Y de quién es culpa. Si de quien se va o de quien no acoge.
Y qué podemos aprender. Y uno se cuerda de gente. Y de más gente. Y de mucha gente.
Que no nos pase.
(Y podría hablar horas y horas. Y horas. Y no parar. Y escuchar. Y reflexionar. Y la revolución por hacer)
Antonio dale bola al hermano. Carlos Semprun, demoledor.
ResponderEliminarese me da más miedo que el otro si cabe
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