Que nadie se lo tome a mal, pero lo de hoy, no sé. Un día más. Un día menos. Ayer pasaron muchas cosas, hoy pasan otras. Todo va pasando. Una vez que te das cuenta de que todo esto no va contigo, aunque te afecta directamente, no sé, como que lo ves así desde fuera. Ves el miedo de unos a que esto sea una revolución y las ganas de otros de que esto parezca una revolución. Y en realidad, es como nada. Aunque no son nada las cargas policiales, ni el mantecado que se ha llevado el reportero de Intereconomía. Son cosas que pasan. Pero así, en general, ¿esto qué es?
Esto es algo. Algo como que se necesitan picos de tensión. Se necesita la patada adelante, como la que da ese policía de la fotografía. Arriba con ella. Un día. Se necesitan días como este para que todo siga igual, aunque ya nada sea como se figuraban las cosas hace un año justamente. Hace un año, un año y alguna semana, todo parecía posible. Todo por hacer, todo posible. Y no. Al final todo es un poco como idéntico a lo autóctono.
Todo el mundo va ganando. Pero todo el mundo parece darse cuenta de que está perdiendo. O no. No soy Lakoff. No soy Pinkerton. No soy Guillem Martínez, solo un vulgar imitador. Todo el mundo está haciendo algo. Algo a favor de sí mismo. No entendemos nada. No sabemos de nada. Necesitamos que nos lo expliquen muy clarito. Sin metáforas, sin cosas complicadas.
¿Esto de hoy qué es? ¿Estamos tumbando al régimen? Los gobiernos se reúnen, pactan cosas, algunas no y otras sí, hacen política. Hace un año no hacían estas cosas. O igual sí. Antes ya las habían hecho.
Ayer fui a comer a un bareto, de menú, con unos ex compañeros de trabajo. Algún lacito amarillo. Una voz dijo lo siguiente: por culpa de uno de los que está en la cárcel, que debería estar libre, mi mujer fue despedida del curro, y al poco tiempo este señor (yo) y yo nos vimos también en la calle. Por la cara. Por votar la reforma laboral.
Son cosas de antes. De cuando se hacía política. Ahora pareciera que volverán a hacer política, pero no le gusta a la gente. La gente quiere que sea ya otra vez, como antes. Aquellos tiempos de efervescencia.
Los neofascistas italianos tenían un poster que rezaba, en los años 60, Nostalgia del porvenir. Nostalgia de cuando el fascismo era peligro y se planteaba un futuro de riesgo. Nostalgia del peor fascismo, si es que hay peor, el que tuvo lugar del 43 hasta el final de la guerra.
Para muchos hay nostalgia de esos días de hace un año. De un lado y del otro, de cuando todo parecía posible. La ruptura y la reacción. Cuando no se iba a romper nada, ni había nada ni nadie que estuviera preparado para romper nada. Pero lo parecía. Y en el otro lado tanques en la calle, ostias, peña a la cárcel. La metieron, eso sí.
No sé. Hoy estaremos todo el día pendientes de que no pase nada. Está pasando. Como ha pasado muchas veces.
Algunas noticias: se aprueba limitar el precio de los alquileres en Barcelona. Se retira el juicio a Companys. Eso no importa nada.
Porque después de hoy, vendrá mañana. Y la derecha de allí y la de aquí seguirá con el cuento. Y con la matraca. Calentando. Calentando y recalentando.
¿Y entonces? ¿Damos vivas a la constitución y pedimos que todo sea como antes? ¿Qué somos?
¿Qué es lo que queremos?
Yo que sé. Escribo estos textos porque de algo hay que escribir. Y poca cosa más. Ya no tengo nada que decir. Otros lo dicen por mí y yo solo sé reproducir textos. Un poco como todos.
Hay detenidos. Bastantes detenidos.
Mañana sol y buen tiempo.
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