Por segundo año consecutivo. En Santa Coloma, la convocatoria de concentración y la manifestación siguiente, volvieron a juntar a mucha gente, y sobre todo, gente joven, a las calles. En Santa Coloma, desde las entidades feministas históricas, las de nuevo cuño o las auspiciadas desde la casa grande, todas pusieron su gente y sus iniciativas al servicio de un día que se quería de nuevo históricas. Confieso que no me lo creí hasta que lo vi. Pensé que este año la afluencia de gente sería menor. El año pasado estaba candente el tema de La Manada… ya desde el mediodía vi en el metro grupos de chicas muy jóvenes que ya llevaban pancartas, caras pintadas, camino de concentraciones y manifestaciones. Porque ya no es solo la Manada y sus imitadores individuales o colectivos. Es la amenaza de los partidos de derecha cada vez más de derecha y cada vez más tendentes a atacar de raíz la ‘ideología de género’. Y que pasa el tiempo y no se cambia. Sigue el continuo goteo de muertes. Sigue el machismo constante, perenne. Sigue y muta y cambia de color, pero no fondo.
En Santa Coloma, la manifestación fue un éxito. Pero lo de la tarde en Barcelona fue increíble. Una manifestación como son las manifestaciones, con gente apretada, gente parada, gente y gente. Y mucha gente joven. De esas manifestaciones que ya no se ven. Mucha gente y mucha gente joven. Y una manifestación diferente. Manifestaciones en las que los grupos de mujeres se paran ante otro grupo de mujeres, escuchan sus cánticos y se unen. Sin preguntar si son o no son. Una manifestación de otra manera. Una manifestación viva. Una manifestación revolucionaria. Porque lo que se está demandando es revolucionario. No medidas cosméticas, no legislaciones que se queden en nada, no la nada habitual. Desde lo más básico, la dignidad, hasta lo más complejo. Lo que demanda el movimiento feminista, en su diversidad, es un cambio. Y un cambio que afecta a mujeres de edad, pensionistas, maduras, jóvenes, niñas, a todas. Y por eso es una manifestación y un movimiento de los que ya no se llevan. Ni las manifestaciones por los derechos laborales, por los derechos de los pensionistas, la sanidad, consiguen reunir a tanta gente.
Las manifestaciones por lo nacional, claro. También aportan mucha gente, claro. Pero no son revolucionarias porque no se sustentan en ningún cambio. En las manifestaciones del viernes no había autocares de gente que venía de…
Y sobre todo, la gente joven, los grupos de mujeres jóvenes que dan una lección constante sobre cómo se hacen las cosas, con alegría, con rabia, y se hacen.
Y como siempre, mientras se escribe esta entrada, el que lo escribe piensa que está desde el púlpito ‘saludando’ a esta movilización como apta. Como fetén. Yo, que sé mucho, digo que esto mola. Y como siempre, se hace el ridículo.
¿Qué puede pasar con este movimiento? Pues, como con todo, si consigue desbordar y seguir siendo un movimiento popular, empujará a que lo que se pretende sea asimilado como ‘lo que tiene que ser’. Pero si todo se frena si, como parece, el PSOE consigue una mayoría de gobierno suficiente y se vuelven a las medidas de barniz, sin tocar mucho más, el movimiento se desinflará, se desanimará y volverá a ser lo que fue.
Y, como es la única esperanza que nos queda, espero que esto último no pase. Que no pase. Y que siga.
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