lunes, 1 de abril de 2019

Karpov

Es el ego. El ego y nada más que el ego. Las ganas de hablar de mí, de lo que me pasa, de lo que figuradamente me pasa, de las partidas que jugué, de cómo yo estaba al lado de aquel del que todo el mundo habla, de mi vida, de lo que otros contaron de mi vida, de mis cosas, de mi juventud en la Unión Soviética profunda, de mis esfuerzos, de mi talento, de cómo le gané a ese o aquel, cómo mi fama se topó con la del americano aquel, cómo mi ingenio chocó con la del muchacho ese del pelo rizado, de cómo siempre soy el otro, de mi juego posicional, de mi mal ganada e injusta fama de conservador, de mi conservadurismo, de mi pelo lacio, de mi raya al lado, de mis cosas, de mis aficiones, de mi lado político, de mi lado personal, de mis matrimonios, de mi figura pública, de mis adhesiones, de mis filias, de mis fobias, de mí, de nada más que de mí. Todo el rato hablando de mí, de mis trajes, de mis corbatas, de mis partidas más gloriosas, de mis andanzas fuera de los tableros. De mí, de lo poco que doy juego, de lo casi nada que soy, de lo ínfimo de mis hazañas, de lo absolutamente nada de mis éxitos, del otro, siempre del otro, del otro que me hace sombra, del otro con el cual siempre me asocian, del otro, del que está ahí siempre, del que no está en ninguna foto pero que está en todas las fotos, del talento irracional, de la alegría sin normas, de la botella de cocacola, del desparpajo con los idiomas, del estilo informal, de la palabra atrevimiento, de lo renovador, del componente mágico que tiene todo lo relacionado con la juventud y de lo mayor que me he vuelgo, de la concentración contra el ímpetu, del odio, del otro, del odio al otro, del odio eterno al otro, de lo que me odia el otro, de la rabia infinita que me tiene el otro, de lo injustificado de su rabia, del asco que me da, de lo que me he perdido por su culpa, de lo útil que he sido para construirle un enemigo, de lo penoso que es acabar siendo el enemigo de otro, de mi vida, de la Unión Soviética, de Rusia, de una pequeña población andaluza donde hace calor y jugamos al ajedrez y que me gusta mucho, del mediterráneo, de las partidas simultáneas, de mí, de lo que le odio. De lo mucho que le odio. De lo mucho que le desconozco. De los tópicos. De todo eso estamos hablando todo el rato, absolutamente todo el rato. Sin descanso. De mí.

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