Es un buen momento para hacernos preguntas que no tendrán una respuesta fácil. Porqué. Por qué. Porqué son las cosas como son y porqué las ponen ahí. Porqué existen las cosas. Porque hay cosas y esas cosas alguien decide que son como son. Qué son las cosas que hay. El parterre que transcurre de una manera contínua y constante a lo largo del Passeig Llorenç Serra tiene una dimensión y un tamaño. Un fin y un sentido. La separación de la circulación y al mismo tiempo, un carácter ornamental. Mejor un parterre que un bloque de cemento mondo y lirondo que no pintaría absolutamente nada. Mejor un parterre que una construcción con tierra dentro para plantar plantas y elementos que tapen los cableados que interiormente transcurren por las entrañas del Passeig Llorenç Serra. Un parterre. Un parterre delimitado por una suerte de construcción metálica que acaba en unos picos puntiagudos y afilados que son como el filo de la navaja automática de tu voz. Cortante, aerodinámico, que corta el viento, que hace que el tiempo se deslice y se desgaje de la corriente temporal principal cuando entra por Santa Coloma y se quede suspendido en un espacio diferente. El tiempo, el espacio, el parterre, lo que vemos, lo que nos imaginamos.
La historia de la humanidad, por ejemplo. Primates, simios, que bajan de los árboles que se adaptan a vivir en tierra, que comienzan a desarrollar ciertas habilidades, se presentan a elecciones municipales y ganan en municipios. O bien pierden de manera catastrófica. O bien ganan y pierden a la vez. O lo que es más común, pierden y ganan. La historia de la humanidad, desde el Valle del Rif hasta el parterre. El amplio paterre. El extenso parterre que no deja lugar a que uno, aventurero, cruce por mitad de la calle porque no se puede, porque te obligaría a ser, de verdad, uno de esos expedicionarios urbanos que recorre la ciudad como si del campo se tratara y no es ese el caso, ni mucho menos. El parterre, de filo cortante, relleno de tierra y plantas que no puedes pisar, lógico. Obvio. Un símbolo de que la humanidad avanza y de que el trabajo que hacemos es digno de mención. Mencionemos su trabajo. Reconozcámoslo. El trabajo del diseño de una ciudad y de sus elementos básicos. Entrar en el parterre.
Sumergirte en el parterre. Caer dentro del parterre y enterrarte en el parterre. Ser el parterre. Sentir que estás dentro del parterre, que dentro del parterre no pasa el tiempo. Dentro del parterre no pasa nada. Dentro del parterre estás bajo tierra en un elemento ornamental, que es algo más que estar bajo tierra. Bajo tierra en un parterre. Tirarte en plancha en el parterre, caer en bomba en el parterre, nadar en estilo libre en el parterre. El crawl, la braza, la espalda. En el parterre, sorteando las tapas de la electricidad, o del agua o del teléfono. El teléfono. Las líneas de teléfono. Tambores escondidos bajo el parterre para que podamos comunicarnos unos con los otros y con los otros y con esos de más allá. De una manera ordenada y civilizada. El parterre y dentro del parterre tú, que has pretendido pasar el día de la inauguración bajo el lema de 'a mí no me va a poner aquí un obstáculo nadie ya que yo soy ese tipo de persona que no se arredra ante ningún obstáculo ni peligro porque el mundo me debe una, pura vida, vida llena, a tope', y te metes en el parterre con los dos pies por delante y ahora te encuentro dentro del parterre y dentro del parterre te has quedado. Y eres feliz.
Y no hablamos mucho del filo cortante del parterre o del borde puntiagudo del parterre porque ahora nuestro discurso no es hablar contra, sino hablar a favor de la búsqueda de un trabajo de consenso para que ese parterre sea lo que los colomenses quieran. Y por eso este ejercicio de logorrea sin cuento, de monólogo interior, de nada con nada, de gaseosa elocuencia, de absolutamente cero que se agota mientras me miras como las vacas miran al tren y piensas.
Y piensas.
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