'Todos sabemos que nos roban, pero a mí, si me dan comida, si me dan pan, por lo menos que me den pan, luego ya sabemos que todos roban', esto lo dice un nativo marbellí. 'Como persona era un ángel, era la persona más generosa del mundo, pero el personaje es quizás discutible.', esto lo dice su propio hijo Miguel Ángel.
En un cartel, que no creo que sea original de HBO, reza: Devolvió su esplendor a Marbella y levantó al Atlético de Madrid. No sé si por este orden.
La serie documental sobre la vida y obra de Jesús Gil deja mal cuerpo. Mal cuerpo sobre todo porque la serie, pese a que no escatima detalles a la hora de decir las verdades sobre un personaje que es abyecto, nefasto, corrupto y corruptor, la serie, digo, es incapaz de dibujar un retrato en el que, al final, no deje de verse a Jesús Gil como una persona con sus cosas buenas y malas. Los hijos, que están en su perfecto derecho de ver a su padre como un ángel, pero periodistas, ex jugadores, aparecen diciendo que le echan de menos, que lo quieren, que... y pareciera al final que, con el retrato que se hace de él en sus últimos años, de pena.
Bueno, a mí en el fondo me caía simpático. Claro.
La vida de Jesús Gil es la vida de un personaje capaz de todo y más por conseguir su beneficio económico. Todo. Absolutamente todo por el dinero. Por la riqueza. Y por ostentarla. Tanto que es capaz de saltar a la política no por hacer política, sino por asegurar el beneficio. Tanto que de la política municipal quiere pasar a un poder mayor. Porque las calles llenas de gente aclamándote, el bombo, el platillo, la cobertura mediática, cierta o completa sensación de impunidad, acaban alterando al más pintado. Alterando. Nada altera a quien desde un primer momento es capaz de escatimar en los materiales de una construcción que le cuestan la vida a un chorro de personas y no mostrar la menor pizca de arrepentimiento. Se lleva dentro.
La serie está bien, está bastante bien. Pero nos ahorra los momentos más desagradables de Gil. Los momentos de persona primaria, soez, chabacana, mafiosa, irrespetuosa. La imagen que acaba trasladando la serie parece la de alguien primario, bueno pero que no sabe cómo actuar, interesado y codicioso, pero sin mal fondo. Capaz de cometer irregularidades, pero con cara de pensar que es que es mejor hacer las cosas así que de otra manera. En beneficio de todos.
Yo soy uno más. Un ciudadano como usted y como yo. Este país.
Este país capaz de confiar en el rico soez y procaz, en la vulgaridad más absoluta, en lo más primario y bruto. Este país es capaz de votar impenitentemente a alguien como Jesús Gil no una vez, tres veces, no en un sitio, en varios sitios. Este país solo se carga a Jesús Gil cuando hace peligrar otros chiringuitos. Si este país viese peligrar el chiringuito de manera definitiva y la solución fuese Gil, nos iríamos con Gil. ¿Nos iríamos con Gil?
El pionero. No es el pionero por algo relativo a los negocios. Si algo quiere dejar claro la serie, creo, es que es el pionero en una manera de hacer política y negocios en nuestro país, en la democracia al menos, nueva. Si hay una norma y esa norma me impide hacer algo, me la salto. Si no puedo saltármela, seré Gobierno para hacer otra nueva.
Está claro que hoy día lo de Jesús Gil nos parece zafio, chabacano, impensable que nadie pueda confiar en alguien así. Confiamos en gente que nos lo viste de otra manera. Que todavía no nos ha comprado. Que todavía no se ha liado a ostias por la calle. Que todavía no te llama guarra o fea en un pleno del ayuntamiento. Pero sí que confiamos en gente que aplica esas políticas primarias.
Si me da pan, le voto. Si me asegura un puesto de trabajo, le voto. Lo demás me la bufa.
Ese lo demás, es todo.
El fútbol, los colores, la ideología, los valores, todo eso. Es nada. Lo importante es el dinero y la sensación de poder.
Vivimos días difíciles. Muchos avisan de que el peligro está ahí, a la vuelta de la esquina. No lo sabemos ver, no lo queremos ver. O nos agitan espantajos para que tengamos miedo y confiemos en lo normal, en lo de siempre, en lo conocido.
A Gil se le dio cancha, se le dieron alas, se le permitió todo. Y un día dejó de hacer gracia. O, quien pudo verse amenazado de verdad, actuó.
Un día, esa amenaza no interesará que se pare, que progrese, que nos gobierne. Y todavía habrá alguien que nos dirá que, en el fondo, no es mala gente.
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