jueves, 16 de abril de 2020

Confinamiento #26

Prohibido hablar de cosas negativas. Prohibido causar desánimo. Ayer un joven que se preocupa por mi adicción a Guillem Martínez me comunicó que en esta web que pantalleo estaban jugando Carlsen contra un tal Firoujza, de 16 añitos. Partidas rápidas. No solo eso, las partidas estaban comentadas por un abollao que iba narrando la partida como un partido de fútbol.
Antiguo.
Narraba la partida como un e-game. El ajedrez como una cosa de gamers. Anciano y revenido, me costaba seguir las partidas, pero era fascinante ver la rapidez no solo de los movimientos sino también por la anticipación con la que el locutor, que ahora no recuerdo cómo se llamaba, descifraba lo que iba a pasar. Como todos los locutores deportivos que se precien, acertaba muy ocasionalmente, pero te daba la impresión de que esa persona sabía. Sabía mucho. Sobre las partidas, te despistabas un momento y estaban los tableros ya desmontados, todo patas arriba.
Al cabo de un rato, me puse a jugar dos partidas de trivial on line con la Balart. No me ha ganado al Trivial nadie. El otro día perdí una, pero me repuse. No he vuelto a perder. Puede resultar cansino ganar siempre.
Ya llevamos mil días de confinamiento. Ayer, con la broma, salí a la calle dos veces. Una a comprar para la casa. La carnicería del barrio se ha convertido en el place to be, un must, el lugar donde te encuentras con la gente. Sustituimos los bares por las carnicerías. Uno de los temas de conversación fue la falta de harina en los supermercados. Ciertamente, solo hay harina precisamente donde menos te esperarías que quedase, en las panaderías. Por la tarde salí a comprar para mi madre. Dos paseos, dos encuentros con la calle y con la vida. La vida en la calle. Encerrados hay vida.
Pontifico habitualmente sobre las bondades de la nueva situación, siempre que tengas algún tipo de salario asegurado, claro. Podemos hablar también del filtro belleza perpetuo que se aplica sobre la realidad local, pero no es el tiempo ni el espacio ni dispongo de los filtros adecuados para expresarme. No podemos expresarnos, como políticos o como personal que hace cosas relacionadas con, estamos vendidos o bien no es el momento para que digamos si esto o lo otro. Los políticos. Solo podemos hablar los que contemos con el filtro belleza adecuado o quienes podamos comprar un espacio para poder hacerlo. Para lo demás, redes sociales y a dar la brasa con nuestras posiciones políticas que solo se comprenden por nuestra necesidad de sustento.
Las bondades de la nueva situación. Se me ocurre que con la nueva situación ves a quien te parece y no tienes que ver a quien no eliges. O quieres conectar o no hay necesidad. Lo cual no es malo. Otra cosa es que no tengas para comer, por ejemplo. Pero para eso, filtro belleza.
Hablemos de cosas positivas. He comenzado a ver la segunda temporada de La Peste y bien. He comenzado a ver The Office, serie que tendría que haber visto en su tiempo hace quince años. Quince años. Y no. La empiezo a ver ahora, poco a poco, no sé lo que me durará la historia. Lo de escuchar música mal. Unas cuantas y pocas canciones al día y para de contar. Sigo sin leer.
Mucho ordenador, mucho móvil y poco más. Unos pocos capítulos de algo por la noche muy de noche y chimpum.
El clima ya lo estáis viendo todos y no hace falta abundar más.
Ayer nos enteramos de que una compañera se cayó en casa y se ha roto un brazo. Una compañera de esas admirables que no falla ni una vez, que siempre está por ahí y que es de las que realmente forman parte de eso que nos gusta llamar desde arriba y con el monóculo 'la gente'. Que esté bien pronto porque las cosas no son como tienen que ser si no está la Anita para dar su particular punto de vista, que habitualmente suele ser el que más sentido común aporta.
Sigamos adelante. Iba a hacer una reflexión sobre el sentido del deporte y su desaparición pero ya luego.

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