Algo más de Danuta Wolinska:
'De la revista Jesus out of the Church. De allí venían. Eran unos quince o veinte. Invitados por alguien de la diócesis, llegaron a Berlín y desde Schrieben me dijeron que porqué no organizábamos algo. Un encuentro, unas charlas, la experiencia católica norteamericana, etc. Así lo hice. Y juntamos a gente de la suya y gente católica alemana y montamos una semana de debates y conferencias. Fue muy interesante. En una de estas conferencias participó Lea Martinski. Su familia era polaca emigrada y ella era una seglar que había alcanzado cierto prestigio como polemista por sus ideas sobre el celibato y la ordenación de mujeres. Lea Martinski participó en una charla sobre, precisamente, su tema. Y se explayó. La comunidad católica berlinesa era entonces muy reacia a aquellas ideas y su charla fue muy polémica. Generó un debate bastante extenso y hubo congregaciones que llegaron a contar enfrentamientos bastante importante entre sus miembros. Lea Martinski se quedó en Berlín unos días más para pasar después a Polonia a buscar sus orígenes familiares. Como yo era polaca, contactó conmigo y quedamos para charlar. En un primer momento Lea Martinski me recordó a alguien. No la supe ubicar. Fuimos a un restaurante a cenar y luego a un café que se llamaba, entonces, Luzern y que ahora se llama Sweenie. Cuando era Luzern era mejor que como Sweenie, pero como Sweenie tiene más éxito. Supongo que la gente va buscando el morbo y se imaginan que esos pastelitos que venden para acompañar el café están hechos de...
El Luzern era un café que quería ser como los de antes. Con su música en vivo, alguien al piano, o al violín, o al piano y al violín, pocas veces un cantante. Lea Martinski era muy apasionada al hablar. No era muy alta, llevaba el pelo cortado como un tazón y unas gafitas pequeñas. Cuando hablaba, parecía que chillaba. Sus argumentos me parecían irrefutables y lo único que hacía era darle la razón. Se puso pesadísima hablándome de Philly. O Phylli. No sé. Philadelphia. Su ciudad. Echaba pestes de los 'traidores' decía, que hablaban mal de la ciudad. Que no era cierto que fuera violenta, que lo que pasaba es que... y me narró la historia de la ciudad vista desde el punto de vista del emigrante bueno que asume su condición y no da problemas. Se pidió un schnapps como yo. Decía que su padre bebía schnapps también. Su padre, decía, siempre habló bien de Alemania. '¿Y porqué se fue a América?'. 'No, mi padre no vino a América, fue mi abuelo. Mi abuelo vino a América porque era músico y llegó con una orquesta a los Estados Unidos y ya se quedó'. Su padre, siguió contando, había crecido pensando que su padre a su vez era alemán. No quería creer que era polaco. Y ella, de pequeña, también pensó que era de origen alemán. Su abuelo un día le desveló la verdad. Una verdad que tampoco era nada dolorosa, pero su padre se disgustó.
Cuando salimos de la cafetería Lea Martinski me preguntó por Polonia, cómo era, qué se encontraría. Íbamos paseando y me repetía que le gustaba Berlín. Que era una lástima que hubiera barrios que se hubieran despersonalizado tanto que parecieran...
Al cabo de un mes me llegó una postal a la revista desde Varsovia. Lea Martinski me contaba que estaba reencontrándose con algo que pensaba oculto y lo tenía dentro. Que estaba en ella. Algo le había pasado.
Un año después, me llegó un libro también a la redacción de Schrieben 'Jesús era Jesús'. Y sí, había cambiado. Mucho. En el libro, una dedicatoria. 'Para una mujer cristiana polaca'. Tres dedos de polvo tiene el libro. Los tenía incluso cuando me llegó desde Phylly.'
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